viernes, 20 de febrero de 2015

A la busca del tiempo perdido

Propone: Laura
Comenta: Víctor

Personalmente, estoy muy acostumbrado a ir a los sitios y que no me hagan caso (confesión que probablemente no sorprenda a nadie que me conozca). Es por esto que, cuando pienso que tengo información privilegiada, me pongo nervioso, me sube la tensión, se me acelera el pulso, rompo a sudar. Menos mal que la nueva medicación está haciendo maravillas. Nunca es tarde.

En el caso de "Searching for Sugar Man", mi información privilegiada proviene de una amiga que, aunque española, vivió en Sudáfrica toda su infancia y juventud, coincidiendo con la época que recoge este reciente documental del cineasta sueco Malik Bendjelloul. Durante la proyección decidí que tenía que preguntarle a ella si conocía o no a Rodríguez, el cantante norteamericano que es el objeto del documental (¿o quizás el objeto del documental es la sociedad sudafricana de la época? Que cada cual elija lo que le parezca más bonito). El testimonio de mi amiga sería inapelable y disiparía cualquier asomo de duda, porque yo realmente tenía muchas: por momentos no conseguía decidir si estaba ante un "falso documental", que postularía la existencia de un Rodríguez mítico, fabuloso, que nunca existió realmente, o ante un documental sobre un fenómeno social que realmente tuvo lugar en la Sudáfrica de los años setenta.


Formalmente, "Searching for Sugar Man" sigue los usos establecidos para el documental --fragmentos de entrevistas que se interrumpen y se reanudan sucesivamente, montados junto a tomas ("footage") de la época en que ese país estaba dejando atras el "apartheid", y a tomas de la vida actual de un Rodríguez que incluso ha renunciado a la música y vive trabajando para la construcción. Además del propio cantante, hay otros claros protagonistas: dos de los fans de Rodríguez deciden hacer averiguaciones sobre su identidad y sobre el porqué había ignorado tan absolutamente su éxito en aquél país, cuestiones estas sobre las que pivota todo. Emprenden pues sus indagaciones a pesar de los rumores de que el cantante se había suicidado durante uno de sus conciertos. A través de los productores de "Cold fact", su primer álbum, averiguan la verdad --Rodríguez seguía vivo--, y un artículo de Craig Strydom, uno de ésos fans, tuvo como resultado que Eva, la hija del cantante, se pusiera en contacto con el segundo de nuestros héroes, Stephen Segerman. A partir de este momento, Rodríguez entra en escena y conversará con ellos acerca de su anónima vida en Detroit.

Toda esta historia está expuesta de forma ciertamente cautivadora. Sin embargo, con los medios de hoy es fácil averiguar que Rodríguez obtuvo también un considerable éxito en Australia durante los años 70, éxito del que sí llegó a saber lo suficiente como para irse de gira a aquél país entre 1979 y 1981, y que el documental no menciona. Esta omisión ha provocado que algunos críticos lo acusaran de mixtificador y mitificador, de jugar a crear un mito: y desde luego, no deja de incidir e insistir en la misteriosa reputación del cantante en Sudáfrica hasta el punto de que, para ir concluyendo, a mí me dejó con las dudas que comentaba antes: ¿esta historia es real? 

¿Podían la censura del "apartheid" y las sanciones internacionales tener esos efectos, producir esa clase de aislamiento? Mi amiga me lo confirmó: Rodríguez fue realmente muy popular. A pesar de ello, me confesó que no llegó a enterarse de la visita muy tardía y --en el documental-- casi apoteósica que Rodríguez hizo a Sudáfrica en marzo de 1998, para dar seis conciertos. Habían pasado casi treinta años desde la aparición de su citado primer álbum.

Me explicó también lo que significaba "Sugar man", que viene a ser algo así como "camello", pero creo que es un uso local, si no inspirado por la primera canción de dicho álbum, que se titula precisamente "Sugar man", y en cuya letra "el hombre del azúcar" es el portador de las drogas que traen el olvido, que hacen desaparecer todas las preguntas. El modo en que los estudiantes de la época escuchaban música, usaban drogas y cuestionaban la autoridad sin duda contribuyeron a convertir a Rodríguez, con sus contestatarias letras, en el símbolo, en la leyenda local que fue.

Mirando a mi amiga yo no podía dejar de envidiarle un poco: aquellos maravillosos años, idealizados por el recuerdo, idealizados en un documental un poco mitómano. Ya la primera imagen le hizo reaccionar y emocionarse: ella, que hace ya tiempo que abandonó Sudáfrica, reconoció inmediatamente la carretera que conduce a Ciudad del Cabo desde el noroeste, siguiendo la costa. Y aunque para mí ni Sixto Rodríguez ni esa carretera significaban nada, a ella le podían visiblemente los recuerdos suscitados a veintitantas imágenes por segundo. Sí; la nostalgia sigue siendo igual que antes, como si cualquier tiempo pasado fuese mejor.







viernes, 13 de febrero de 2015

Metatelevisión

Propone: Víctor
Comenta: Rubén


Rebecca: Guau, son tan malos que casi son buenos.
Enid: Se han pasado de buenos y vuelven a ser malos.

(Es curioso, pero una de las frases que más gustó en el cineclub no aparece en el cómic).

Ghost World es la adaptación cinematográfica de un cómic del mismo nombre, publicado por vez primera en el año 1993 que salió de la mano de Daniel Clowes, mientras que la cinta surgió de Terry Zwigoff en el año 2001. Estuvo protagonizada por Scarlett Johnason en el papel de Rebecca, Thora Birch en el de Enid y Steve Buscemi en el de Seymour. Y en este comentario trataré de comparar el libro original con la cinta resultante.


Cuando el dibujante Daniel Clowes diseñó el cómic, lo pensó en tonos azules que es el color que desprenden las pantallas de los televisores en el crepúsculo, cuando la gente inicia el viaje a casa tras el trabajo y los receptores están encendidos, rodeados por los demás miembros de la familia. Ese cromatismo fantasmal es el que revela el título de la obra. Y la película, como no podía ser de otra manera, empieza así: desde varias ventanas se aprecian tonos azulados en movimiento. Sin embargo, la estética de la película no está impregnada de esos matices cerúleos y celestes y parece que se haya optado por unos colores más intensos, para recoger cierta apariencia de cómic. Para la película 300, se utilizó lo contrario: el ambiente es oscuro como en el original, pero claro, es más fácil hacer una película en tonos tétricos que en azules, así que no se lo tendré en cuenta al director. Eso sí, tanto en el libro como en la película la presencia de los televisores es una constante.


En la contraportada del libro se puede leer lo siguiente: “Mundo Fantasmal es la historia de Enid y Rebecca, dos amigas que afrontan la exploración del no siempre agradable camino a la madurez y el incierto futuro de su intrincada relación. Daniel Clowes conjura una historia tan tierna como objetiva de su frágil existencia, capturando los temores mundanos y las tragedias cotidianas de una adolescencia que se escurre inexorablemente entre los dedos. Con una narrativa sutil consigue tejer las fragmentadas vidas de dos jóvenes que ya no son niñas, pero que tampoco son aún mujeres”. Ciertamente, la película recoge esos conflictos y traumas de la adolescencia, una etapa de la vida que a veces se nos muestra como fantasmal. Es notable la lección de la página 26 del cómic, donde se contrapone el idealismo (típico de una etapa adolescente) con el capitalismo (tristemente clásico de nuestra edad madura).


El final del cómic es tan abierto como el de la película, si bien es cierto que Enid comenta que le gustaría cambiar al acabar el instituto, mudarse a una ciudad nueva, al azar y ser otra persona mientras que Becky prefiere que todo siga como en el Instituto. Becky padece un pequeño peterpanismo que supera, entra a trabajar y se “normaliza”, mientras que Enid parece que se queda estancada. Hay una especie de transmutación de caracteres. En la película, por el contrario, la madura, desde un principio, es Becky y Enid es la alocada que incluso llega a dudar de su tendencia sexual y comenta que se siente atraída hacia Enid.



Para acabar, unas pequeñas notas y reflexiones: La mejor caracterizada es Melorra. Pienso que el personaje de Meg, de Padre de familia, está inspirado en la estética de Enid. En el cómic, el padre de Enid vuelve a salir con Carol, en la película le cambian el nombre a Maxine, pero básicamente es la misma historia. En la escena del mercadillo, en el cómic, es Enid la que vende y no la que compra. Y la historia del anuncio, en el cómic no es más que un fragmento en un capítulo y en la película lo alargan demasiado, pero con una interpretación sublime de Steve Buscemi. En el cómic no hay clases de arte en verano. Y como dato curioso, debe de ser extraño perder la virginidad con “El Príncipe de Bel-Air” de fondo, tal y como hizo Enid.


Y por cierto, Ghost world es una pitada en la puerta del garaje de una de las protagonistas que aparece en una fotografía.