viernes, 23 de enero de 2015

La conspiración que nos une

Propone: Pepe
Comenta: Víctor


Un amigo mío, crítico muy perspicaz, sostiene a propósito de esta "Senderos de gloria" (Stanley Kubrick, 1957) que su estética reprime la expresividad de sus personajes. Por ejemplo, recordemos uno de sus grandes momentos, la escena de la ejecución de los supuestos cobardes: gran espectáculo que mi amigo contrapone a los fusilamientos casi clandestinos de los pobres Giovanni y Oreste en "La gran guerra", película italiana de 1959. Por no mencionar la secuencia del consejo de guerra, paradigma para él del interés arquitectónico de Kubrick por la puesta en escena, que con sus amplitudes y distancias terminaría por sofocar la historia, que perdería así interés a consecuencia de su (de Kubrick) exceso de carpintería.


Si bien puedo estar de acuerdo --y no creo que esto pueda discutirse mucho-- en cuanto a la preocupación de este realizador por sus puestas en escena, creo que en este caso no perjudican a una historia que es transversal, que transcurre en varios "planos" (o "registros", si se prefiere), que no se agota en un simple "mostrar". La escena del fusilamiento, aunque tiene lugar en un espacio abierto, no es por ello tan fría o distante: vemos cómo uno de de los reos, que hasta entonces se mantenía entero, se derrumba; y conscientemente o no estamos pendientes del comportamiento --humano, demasiado humano-- que el teniente Roget tendrá con aquél a quien ha condenado de modo completamente arbitrario a ser ejecutado para borrar todo rastro de su propia cobardía ("¿Quieres la venda?", atinará finalmente a preguntarle).


El carácter aparentemente ostentoso de la película se justifica en mi opinión precisamente por la necesidad de mantener una "distancia" que no es resultado de excesos, sino más bien incluso necesaria para la narración (o mejor, exposición) de Kubrick. Todo lo que sigue hasta el final del presente comentario proviene del libro "Stanley Kubrick", de Norman Kagan (1), que me parece sumamente recomendable y clarificador. En adelante me limito a seleccionar de ese texto, cosa que seguro agradeceréis. Pero antes quiero recordar lo que alguien comentó en el coloquio, a saber, que tenemos la sensación de que cada personaje sostiene un punto de vista que podemos compartir: incluso cuando el general Broulard habla del infantilismo de las tropas, sus afirmaciones parecen tener algo de verdad. Escribe Kagan que el general Broulard se revela como lo que el novelista George Mandel llama un «super realista», un héroe despiadado perteneciente al mundo oscuro e incierto en que la mayoría de las cuestiones, como el ataque, nunca pueden realmente resolverse, un mundo que el noble Dax no quiere aceptar. Si la vida del soldado, la de cada uno de nosotros, es en el fondo una conspiración, como sugiere Kubrick, sólo el General Broulard es lo suficientemente astuto, retorcido y poderoso como para hacer que la suya triunfe.


Sigue diciendo Kagan que la película es compleja, con ideas «embutidas» dentro de un sentido de la vida. Tomando por ejemplo la escena final, cuando Dax, a la entrada del bar donde sus hombres corean la canción de la campesina alemana, les permite unos minutos más de esparcimiento. Irónicamente Dax no puede hacer nada más para ayudarlos ni para ayudarse a sí mismo, ya que es ahora uno de ellos, predestinado y controlado: la gran guerra y el enemigo terrible no son sino otro fraude, una conspiración más.

Según el mismo autor, los temas de Kubrick están presentes con toda su fuerza:

Los mundos imaginarios. Mireau y Broulard viven en un mundo de ambición y vanagloria desmesuradas. Los hombres de las trincheras se ven a sí mismos como seres pasivos que sólo pueden seguir a sus líderes a través de un universo-matadero. El condenado «valiente» se da cuenta demasiado tarde de su autoengaño.

La inutilidad de la inteligencia, los fallos de los sentimientos. El Cabo Paris es más sagaz que Roget, débil y alcohólico, pero éste lo destruye. Dax, reflexivo y con recursos, no puede salvar a sus hombres. El orgullo y la presunción de Mireau le llevan a dar unas órdenes  histéricas a los artilleros que acarrean el fin de su carrera militar. El idealismo de Dax y su sed de justicia lo conducen a la misma ruina. El floreciente Broulard vive de acuerdo con el poder, no con las ideas o sentimientos.

La dualidad asesino-suicida. Mireau mata a los tres hombres, además de a otros muchos, y amenaza a Dax con arruinar su carrera militar, pero su comportamiento histérico engendra el arma que le destruirá. Dax inicia el proceso de caída de Mireau, pero arruina su propia carrera al descubrir a Broulard sus verdaderos sentimientos.

Odisea hacia la libertad. El Coronel Dax lleva a cabo una odisea intelectual: va descubriendo la verdad acerca de sus superiores, de cómo y por qué se hace realmente la guerra, y del significado y consecuencias que tienen sus convicciones en este contexto.

El héroe obsesionado. Se recordará que el Coronel Dax tomó parte en el ataque a la Colina de las Hormigas porque el General Mireau le amenazó con apartarle de sus hombres. Dax, obsesionado por su lealtad hacia ellos, se afana en todo momento para hacerles justicia y quedarse a su lado. Esta obsesión le lleva a destruir su futuro de oficial, pero se deduce claramente de la última escena que le han permitido seguir en su puesto, posiblemente para morir avanzando con sus hombres en otro ataque «glorioso».

La película, filmada en blanco y negro, cuenta con una entusiasta actuación de Kirk Douglas, mantiene un ritmo demoledor desde el comienzo, y en mi opinión estamos ante la más demoledora película antimilitarista de la historia del cine (aunque no las he visto todas, eso es cierto)


(1) "Stanley Kubrick", Lumen, 1976.

lunes, 19 de enero de 2015

Crónica de gente desnuda

Propone: Esther
Comenta: Juli


Un buen día, Esther nos trajo este Human Nature, de Michael Gondry (2001), de quien ya vimos Olvídate de mí en los albores del Golfa. Curiosa película donde Jim Carrey hace de persona.


Human Nature trata de la historia de una especie de Buen Salvaje moderno, mito recurrente de la literatura y del cine que presupone que el hombre es bueno por naturaleza y que es la sociedad la que lo pervierte. El tema está tratado con un exquisito sentido del humor y despojado del dramatismo trágico que puede encontrarse, por ejemplo en El Pequeño Salvaje de Truffaut. Ambas películas parten de la misma premisa: una persona es encontrada viviendo en soledad en el bosque, en plena naturaleza, sin relacionarse con el mundo (humano) exterior, sobreviendo entre bestias salvajes, y, por supuesto, en total desnudez. Enseguida científicos iluminados quieren estudiar el fenómeno, cual si de tesoros arqueológicos se tratase.


La ironía de las historias inverosímiles de Charlie Kaufman (Cómo ser John Malkovich) está presente en toda la obra. El “Buen Salvaje” no es tan diferente de los demás como pudiera pensarse, ya que enseguida comprende que si quiere cepillarse a Patricia Arquette, muy exuberante antes de hacerse Medium, tiene que “dejarse hacer”, aprendiendo lo que le enseñan su maestro y mentor, un Tim Robbins domador de ratones de laboratorio que se encuentra con el experimento de su vida, y ella misma. Incluso aprende la táctica de dar celos con la becaria del laboratorio para conseguir sus fines sexuales.

En definitiva, es una divertida película de gente que corretea desnuda por el bosque, una especie de Adán y Eva modernos, como el reality de Cuatro, pero recitando a Shakespeare en vez de a Camela.



Y para acabar, hay una cuestión que me ronda la cabeza desde que oí hablar de este director, y que lanzo aquí para enriquecer el debate y la participación de los lectores: ¿no os parece que, de haber vivido en España, a Michael Gondry le hubieran llamado el Golondrino?