viernes, 5 de diciembre de 2014

El teatro del mundo

Propone: Rubén
Comenta: Víctor
 

Voy a pedir al improbable lector de esta reseña (como diría de nuevo quien yo me sé) que tenga la paciencia de leer unas frases respecto a cuáles han sido mis prejuicios al abordar esta película. El primer libro de cine que leí (cuyo título no recuerdo) fue uno prestado que profesaba una devoción incondicional por Fellini, del cual yo desconocía por entonces prácticamente todo --y mi situación no ha mejorado mucho desde entonces. Es que tanta admiración resulta contraproducente: a uno le quedaba la sensación de que había poco menos que postrarse para ver una película del italiano, y me daba pereza. De modo que mi ocasional cinefilia ha ignorado casi totalmente a Fellini, ajena a esa "cosa felliniana" tan celebrada. Y en el caso de esta película la cosa era aún peor: ¿"La dolce vita"? ¿Marcelo Mastroianni dando tumbos de aquí para allá, de ligue en ligue, de fiesta en fiesta? Parafraseando a Estragón, para siempre detenido esperando a Godot, ¿pero qué tiene que ver conmigo la "dolce vita"? A mí háblame del subsuelo...

Normalmente (no siempre, pero casi) antes de escribir nada suelo leer varias críticas (gracias a Internet) y sólo entonces preparo mi propio refrito al que añado dos o tres cosas de mi propia cosecha. El método funciona bien, pero en este caso he decidido partir de cero, ¡nada de lavados de cerebro fellinianos "a priori"! Por otra parte, como dura mucho la he tenido que ver en tres sesiones, lo que siempre permite tomar mayor distancia --cuestión esta de la distancia a la que, incidentalmente, no es ajena la misma película. Enseguida lo veremos.


Si el cine, como la literatura, no es más que su técnica, la de esta película se separa notoriamente de "lo convencional" de varias maneras: lo que primero llama la atención es que las diversas secuencias se interrumpen abruptamente, sin explicaciones --a veces se dan por sobreentendidas--, justo cuando uno esperaría el consiguiente desarrollo que diera respuesta a las preguntas que (parece que) se han suscitado: ¿por qué de pronto tiene prisa por marcharse el padre de Marcelo de casa de Fanny? ¿Por qué se ha suicidado Steiner, después de matar a sus hijos? Al menos hay lugar para hacer un poco de psicología, y es una suerte, porque buena parte del tiempo comentar películas consiste en hacer un poco de psicología. Para reforzar esta sensación de extrañeza, la puesta en escena no siempre es realista: en el hospital, por ejemplo, estamos en un escenario reducido a los mínimos elementos: un espacio abierto, un teléfono sobre un taburete, dos puertas, una enfermera que pasea sin un propósito definido.


El arranque de la película es formidable: un helicóptero transporta una estatua de Cristo mientras el ruido del motor se mezcla con tañidos de campana, creando el conjunto cierto sentido de farsa. Ese sentido de farsa es omnipresente en lo que viene después: a partir de este momento inaugural, Mastroianni (al que incluso fotografían sus colegas de la prensa) dará dos paseos por la Roma nocturna con diferentes mujeres, asistirá a dos fiestas, comerá en dos restaurantes, visitará un chiringuito de playa, será testigo de un rodaje y como un Joseph K. redivivo tendra una conversación en la catedral.


Por ejemplo, en su periplo creerá que se enamora de una famosa --y caprichosa-- artista de cine, de nombre Silvia, que no duda en aullar con los perros cuando los oye en la noche romana, o en bañarse en la famosa fuente de Trevi. Pero al devolverla a su hotel --había discutido con su marido, de ahí el periplo-- éste, por fin sobrio, le aplica a Marcelo un pequeño correctivo por su osadía. En la secuencia que sigue sin solución de continuidad conoceremos a Steiner en la catedral; para entonces Silvia ya está olvidada. Por cierto, su paseo con ella recuerda otro al principio de la película, aquélla vez con Emma, rica heredera igualmente veleidosa, que declara «Quisiera vivir en otra ciudad, donde no me conociera nadie». «A mí Roma me gusta mucho», le responde Marcelo, «Es una especie de jungla, cálida, misteriosa... donde uno puede esconderse».

En cada ínterin entre los flirteos de Marcelo siempre reaparece Emma, su mujer, con la que siempre quiere romper y con la que siempre vuelve: «Ya no soporto tenerte a mi lado. Vete. [...] ¿Qué haces, estúpida? Vuelve aquí.» «Yo ya no soporto tu amor agresivo, viscoso, maternal. No lo quiero, no me sirve. Eso no es amor, es basura». Mientras tanto, Emma insiste: «¿No comprendes que ya has encontrado lo más importante de la vida? Nadie podrá quererte como yo». En la escena más corta de la película, que dura tres minutos y tiene lugar en un chiringuito, Marcelo está quejándose al teléfono: «Mira, Emma, no puedo pasarme la vida llamándote. Necesito trabajar en paz». Entonces cuelga, exclama «Loca desgraciada» y le echa inevitable pero prudentemente los tejos a Paula, una chica rubia, húngara, que trabaja de camarera. Ella le muestra sus dotes de cantante (desgraciadamente Marcelo ha demostrado en dos ocasiones su impaciencia con la música). De pronto, vuelve al teléfono y marca el número de Emma; ella le contesta, «¿Qué quieres ahora?»



Incluso hay una secuencia dedicada a una supuesta aparición de la Virgen a unos niños, auténtica apoteosis de la farsa. Muchos detalles "fellinianos" se podrían mencionar, pero la película dura tres horas y al fin y al cabo se trata de verla. Si lo hemos hecho o lo vamos a hacer, farsantes todos llegamos a la última fiesta previa al final de la cinta, fiesta bastante estrambótica que acaba al amanecer, con la mayoría de invitados dirigiéndose a la playa donde ha aparecido una especie de raya gigantesca. Entonces, vemos de nuevo a la ya para entonces olvidada Paula, que intenta decir algo a Marcelo con gestos desde la distancia; pero no la entiende, finalmente ella desiste; Marcelo se va con una invitada y se despiden con gestos. Entonces vemos un primer plano de Paula, que después de un momento mira a la cámara y sonríe misteriosamente. ¿El eterno femenino manifestándose como una nueva Gioconda distante? Como si estuviera en el secreto de lo que realmente importa, como si supiera de qué va realmente la vida.


En el único momento (creo) donde suena música en la banda sonora (es decir, música que no esté en el mismo ambiente sonoro que se nos muestra, sea una fiesta, un restaurante, etc.), música que es como una pulsación obsesiva, el posteriormente suicidado Steiner se explaya: «La paz me da mucho miedo. Imagino que es sólo apariencia, y que oculta el infierno. El mundo será maravilloso, dicen, y no sé en qué se basan si hasta una llamada de teléfono basta para que todo acabe. Debemos vivir fuera de las pasiones, de los sentimientos, en la armonía de la obra de arte lograda, en ese orden encantado. Deberíamos amarnos tanto como para vivir fuera del tiempo, distantes. Distantes.»

Y así, "a posteriori", ahora mismo, tengo la sensación de que "La dolce vita" es una obra de arte más lograda de lo que me parecía mientras la estaba viendo. C'est la vie.



lunes, 3 de noviembre de 2014

Aventura crepuscular

Propone: Juli
Comenta: José Antonio



Existen más de cuarenta adaptaciones al cine del personaje de Robin Hood. Hay películas mudas, de dibujos animados, subproductos italianos y grandes producciones protagonizadas por las estrellas más cotizadas en el palmarés hollywoodiense. Sin embargo, en las listas sobre las mejores películas del arquero que robaba a los ricos para dárselo a los pobres, suele aparecer entre los primeros puestos una versión apócrifa en la que se nos cuentan los últimos días del personaje, ya en su madurez. Me estoy refiriendo a Robin y Marian, película de Richard Lester de 1976, protagonizada por Sean Connery y Audrey Hepburn y que nos trajo Julián al Cineclub.


El argumento cuenta el regreso a Inglaterra de Robin Hood y su amigo Little John tras pasar años luchando en las Cruzadas a las órdenes de Ricardo Corazón de León, el monarca por el que lucharon en sus años rebeldes. El tiempo no ha pasado en balde y así se dan cuenta de que el hombre al que pusieron en el trono, se ha convertido en aquello contra lo que luchaban y las cosas siguen exactamente igual en su país. Lady Marian, la eterna novia de Robin, ha ingresado en un convento y ninguno de los dos son ya lo que fueron. Algo que ocurre también con los actores. Ni Sean Connery es ya el James Bond de su juventud, ni Audrey Hepburm es ya el glamuroso personaje que interpretaba en Desayuno con diamantes. Aunque ambos están estupendos en su madurez, lo cierto es que ya no están para muchas cabriolas, ni acrobacias. El tiempo ha pasado para todos y dormir en los bosques ya no es una cosa tan idílica, mientras que en las luchas con espada pueden aparecer los primeros achaques. La antigua prometida de Robin Hood ya está harta de la incertidumbre de no saber si su amado volverá de una pieza cada vez que se embarca en una aventura con los amigotes y por eso ha ingresado en un convento. Le quiere, pero simplemente está harta de tener que esperar a que siente la cabeza. Sin embargo, al protagonizar una nueva rebelión contra el rey todos parecen vivir una segunda juventud y se ven transportados a días que eran más felices y ambos se amaban como dos adolescentes. 


La película tiene un claro toque crepuscular, como buena parte de las películas de los 70. Y la Edad Media ya no es ese sitio en technicolor que veíamos en las películas clásicas, sino que es un lugar sucio e implacable. Ricardo Corazón de León ya no es el rey justo y sabio que nos mostraban en las anteriores versiones de Robin Hood y puede ser tan despreciable como el usurpador Juan Sin Tierra. La película contiene una escena en la que Robin se vuelve a enfrentar a su antiguo enemigo el Sheriff de Nottingham, en un combate que está marcado por el respeto mutuo entre dos antiguos enemigos que vuelven a cruzar sus armas. Porque ese mismo efecto rejuvenecedor que tiene para Robin su nueva rebelión causa el mismo efecto en el sheriff que también recuerda los días en que se medía contra un enemigo admirable. Por cierto, que no es la primera vez que ambos actores se enfrentaban. Robert Shaw, que interpreta al sheriff, ya se vio las cara con Connery en Desde Rusia con Amor como uno de los matones que manda la organización Spectra contra 007. Otra curiosidad más es que Connery volvió al universo de Robin Hood en la versión de los años 90 del personaje que interpretó Kevin Costner. En aquella cinta, el actor escocés se ponía en la piel de Ricardo Corazón de León, el antiguo señor de Robin y que aquí le acaba declarando un proscrito. Cerramos el apartado de anécdotas, contando que Victoria Abril tiene un pequeño papel de apenas quince segundos y en una de sus primeras apariciones en la gran pantalla de su carrera. No hay que olvidar que parte del rodaje se hizo en España, por lo que es lógico que los jóvenes actores patrios de entonces aspiraran a algún papel.

La carrera de la pareja protagonista fue de resultados dispares. Mientras que ésta fue la última gran película protagonizada por Audrey Hepburn, la carrera de Sean Connery pasó a estar mejor valorada y empezó a forjarse la imagen que el actor trasmitió en su madurez, protagonizando mejores películas que las que tenía cuando era un jovenzuelo. Una gran película sobre el amor en la madurez.


jueves, 2 de octubre de 2014

Malículas

Propone: David
Comenta: Julián


No sólo de ivanazos vive el hombre.

Con motivo de la proyección de la última semana, y sus consecuencias sobre la salud psicológica de sus espectadores, surgió el debate sobre las películas malas que habíamos visto en el cineclub. Y enseguida empezaron a surgir nombres. Muchas de ellas son consideradas películas de culto. Y es con razón, sólo con algo tan subjetivo como la fe puede explicarse que haya gente que adore semejantes bazofias.

Algunas tal vez sólo es que han envejecido mal y puede que en el momento de su estreno tuvieran su momento de gloria. Pero sólo tal vez.

Y dicho esto, hablar de todas estas películas podría hacer de éste un post infinito, y esa nunca ha sido mi intención, por lo que sólo voy a proponer una lista con las películas que creo que pueden englobarse en esta categoría, con la esperanza (¿vana?) de que los seguidores de este humilde blog opinen sobre ellas, sobre la subjetiva clasificación que he hecho, sobre si merecen estar ahí o no, y sobre cuáles faltan o sobran en esta relación de “malículas”.

-Nada más: primer Antigolfa.
-Pi: el comienzo de la leyenda del ivanazo. Tan mala que ni siquiera merecía el Antigolfa.
-Temporada de patos: me dan ganas de llorar cuando pienso en ella.
-El contrato del dibujante: ¡Buah!
-¿Y tú qué sabes? ¿Y a ti qué te importa?
-Permanent Vacation: No comment.
-Stalker: ¡¡¡3 horas y pico leyendo subtítulos y oyendo hablar en ruso en un tono reposado!!!
-La habitación verde: sí, pero de un verde cansino.
-Un rey en La Habana: Que abdique aunque sea en alguien de su familia, como Fidel.
-El mercader de las cuatro estaciones: ¡Ay los melones!
-El Cuervo de Roger Corman (Serie B, pero B, B, B)
-Cosas que nunca te dije: no podemos confeccionar esta lista sin un tostonazo de la Coixet.
-Familia rodante: por el precipicio del mal gusto hacia abajo.
-De latir mi corazón se ha parado: A mí casi cuando me tragué esto.
-El cuarto ángel: ¿Ese era el Angel Caído?
-Esperando la carroza: eterna se hizo la espera.
-El satiricón de Fellini: ¡Ay, picaruelo!
-Lady Chatterley: franceses modernos con versionando clásicos de la literatura erótica.
-Lokas: gente que grita en Chile.
-Enter the void: recuerdo cosas desagradables y un paseo por Google Earth.
-Daddy-O: tupés rebosantes de caspa.
-Quiéreme si te atreves: el motivo de esta lista.


P.D.: sobre la película de David, Quiéreme si te atreves, Francia 2003, sólo decir que muy guapa Marion Cotillard.

lunes, 29 de septiembre de 2014

El no-contador de historias

Propone: Esther
Comenta: Rubén


He visto en el cineclub dos películas del director japonés Akira Kurosawa, presentadas por dos personas distintas, la primera fue Rashômon a propuesta de Miguel y la otra Vivir, a propuesta de Esther y he llegado, tras el visionado de ambas, a la misma conclusión: El director japonés no te cuenta una historia. Él solamente expone los hechos y tú mismo reelaboras toda esa historia a partir de las narraciones que hacen los personajes que en ella intervienen. Kurosawa más que un narrador es un periodista en el sentido en el que debemos entenderlo, y esto es en el modo de exponer unos hechos sin tomar partido.


En Vivir, cinta japonesa del año 1952, sabemos desde el principio lo que le va a pasar al protagonista, pues un narrador omnisciente nos lo cuenta. Nos adentra en la trama de la historia, como si fuera el prólogo de un libro, el capítulo uno de una larga novela, desvelándonos el final porque a nuestro director no le preocupa el qué se cuenta, le interesa el cómo se cuenta aunque guste Kurosawa de entretenerse en los detalles, en reflejar la cotidianeidad, en aproximarnos a la vida de su protagonista para que podamos luego encajar, como si fuésemos detectives, todas las piezas desordenadas que no se muestran, sino que se cuentan estilo indirecto por boca de los otros personajes, sobre la trama de la película. Involucra de tal manera al espectador, seduciéndolo con vacíos narrativos que se implementan con las posteriores intervenciones desordenadas pero sin llegar al caos de otros actantes y logra hacer al receptor parte activa de la película. Y logra así que la trama sea relato y que el relato sea hilo conductor de los hechos, y que tú deduzcas cosas y hechos, y que unas pistas y narraciones y que acabes montando la película en el orden que desees. Kurosawa puentea al montador y nos ofrece esa posibilidad. Es un relato cerrado desde el primer minuto, pero abierto desde el minuto segundo. Sabemos el final desde el principio, pero no sabemos cómo se logra. Eso queda fuera de cámara pero posteriormente nos adentra en un laberinto de recuerdos, de vivencias pasadas que como las piezas de un gigantesco puzzle vamos extrayendo del montón para ir encajándolas en la vida del señor Watanabe para comprender mejor sus actos.



Esto puede generar un final abierto y, al igual que en Rashômon, quizá no lleguemos nunca a conocer la historia verdadera, pues cada uno puede cerrarla a su antojo, convirtiendo al protagonista en héroe o villano, según su empatía. Una historia que por otro lado le sirve al director nipón para hacer una crítica a la burocracia, para reflejar un País del Sol Naciente sumido en los profundos y drásticos cambios sociopolíticos que tras su derrota militar en la Segunda Guerra Mundial afectaron a su patria. Muestra un país que se debate entre la tradición y la Occidentalización.



Kurosawa deconstruye el cine, como Adrià deconstruyó la tortilla de patatas. Retuerce la sintaxis fílmica tradicional para hacer partícipe al espectador transformándolo en actor; presenta un final al principio cerrado pero abierto; muestra sus cartas y encima farolea y acaba ganándote.

Tan solo lamentar el excesivo metraje de la cinta pues con sus dos horas y cuarto largos acaba tornándose un poco eterna. La caída del telón se hace esperar demasiado pero sin todas las pistas, no puedes resolver el misterio que, aunque no sepas, te ha propuesto ante tus ojos para que lo resuelvas.


 

jueves, 18 de septiembre de 2014

Almodóvar o el moderno Prometeo

Propone: Pedro
Comenta: Rubén



Cuando Mary Shelly, la escritora inglesa del siglo XIX, escribió su novela Frankenstein o el Moderno Prometeo abrió una nueva caja de Pandora en la literatura y en las artes. El elogio de la técnica que se presenta en la novela, y que tanto hizo pensar al filósofo madrileño Ortega y Gasset, contrasta con la crítica contra el mal uso que de ella se puede llegar a hacer. Crear un ser humano surgido de partes de otros y dotarlo de vida gracias a la ciencia puede sonar muy emocionante, pero ¿sería ético realizarlo?


Todo este breve ensayo sobre bioética literaria viene a colación de la película almodavariana La piel que habito, filme del año 2011 del realizador manchego y que otro Pedro, nuestro Pedro, nos trajo al cineclub. El director contó para el reparto con varios de sus actores fetiches, tales como Marisa Paredes, a quien ya dirigió en Todo sobre mi madre, Tacones lejanos y La flor de mi secreto, y Antonio Banderas con quien ya grabó su vieja Átame y su famosa Mujeres al borde de un ataque de nervios. Por cierto, que la película es una adaptación de una novela francesa, escrita por Thierry Jonquet, titulada Tarántula.
En la página web de la película se puede leer el argumento, consultar imágenes y datos sobre la película y varias cosas más, por lo que no me voy a extender aquí y voy a dedicar el comentario, tal y como he hecho al principio, a divagar desde un punto de vista ético. Pues en la película se plantean varios dilemas, o yo al menos así lo he analizado.


El protagonista, Antonio Banderas, encarna el personaje del doctor Robert Ledgar, un cirujano plástico atormentado. La medicina, precisamente, ha avanzado a grandes pasos en los últimos años, surgen nuevas disciplinas en el campo médico como la cirugía plástica pero todavía no es posible dotar de vida a un cuerpo inerte, al modo de Shelly. Pero, ¿se puede cambiar la vida de un sujeto mediante un cambio total de aspecto? Si Kubrick nos enseñó en La naranja mecánica que el ser humano no cambia su personalidad por muchas terapias a las que sometas su mente, Almodóvar o Jonquet nos plantean la posibilidad de cambiar al ser humano modificando su aspecto físico. Cuerpo y alma o cuerpo y mente. ¿Quién prima sobre quién? ¿El aspecto físico condiciona nuestra conducta o la personalidad radica únicamente en la mente? ¿Seremos capaces algún día de realizar una transformación de personalidad modificando cuerpo o conductas? Ahí lo dejo para el posterior debate que seguramente no surgirá.


Otro dilema del filme, tal y como yo lo veo, es emplear el poder de la medicina como justicia “social” o poética. Como castigo que se narra en la película, ríete tú del que inventaban los griegos (Tántalo, Sísifo, Ixión y otros muchos). Claro, que el tomarse la justicia por su mano, se le va de las manos al doctor Ledgar. No es el único caso del que se puede hablar de un empleo trastocado y opuesto al juramento hipocrático que cualquier galeno debe realizar, observar y cumplir, baste con recordar los horrores del doctor Muerte, Josef Mengele, en el campo nazi de Auschwitz durante la barbarie de la Segunda Guerra Mundial. Sin querer comparar, obviamente, la horripilante realidad del pasado con un bello relato de ficción, que no he leído pero que inspiró una película.


lunes, 15 de septiembre de 2014

Los ilusionistas, parte 2

Propone: José Antonio
Comenta: Pepe

Al proponerme a mi mismo comentar La invención de Hugo en este nuestro querido blog, me vino inmediatamente a la cabeza el post que escribí sobre Encuentros en la tercera fase, allá por diciembre de 2011. Al volver a él ahora, además de constatar que hubo un tiempo en el que los comentarios de un post podían rozar la veintena, me he dado cuenta de que lo que pretendía decir de la película de Martin Scorsese que hoy nos ocupa estaba más o menos condensado en el primer párrafo de aquél. No porque Spielberg y Scorsese pertenezcan a una misma generación, que también. La generación de cineastas que eclosionó en los setenta, y que comparte discursos  y rasgos estilístico, a pesar de generar obras tan variopintas. No, nos vino aquel comentario a la cabeza principalmente porque entonces empleábamos el nombre de George Meliés para caracterizar (y reivindicar) el cine pionero que se hizo grande en las casetas de feria; más entroncado con los espectáculos de variedades que con la alta cultura; un cine cuya misión única era maravillar al espectador, sorprenderle, impactarle y dejarlo boquiabierto con sus trucos. Un cine al que regresó Spielberg, y al que también regresaremos hoy, por partida doble.

El cine de los ilusionistas, decíamos entonces, y precisamente extraíamos esa nomenclatura del documental que el propio Scorsese dedicó en 2005 a la historia de la cinematografía norteamericana. Y ahora comentamos una película de Scorsese en la que George Meliés es el personaje clave de la historia. Una película sobre el primer ilusionista (Meliés fue mago antes que cineasta) que vio el potencial del invento de los hermanos Lumiére y se lanzó a exprimirlo, abriendo el camino a muchos otros. Y además, una película hecha con mirada y estilo de ilusionista.

La invención de Hugo es, pues, además de una bonita historia de aventuras ambientada en el París de entreguerras, una encantadora lección de Historia del cine, porque aunque algunos querrán ver incongruencias históricas o inexactitud de datos, o criticarán la mezcla de fantasía y hechos reales, olvidarán que la mejor manera de explicar aquel cine mágico es con una película tan mágica como esta. Scorsese se aleja del estilo y contenidos al que nos tiene acostumbrados, más oscuro, adulto y desencantado; casi cínico. Pero todo cuadra. Aquí su manierismo, su minuciosidad, su gusto por el detalle, se vuelcan en hacer lo que hicieron los pioneros: Exprimir el potencial técnico de una nueva tecnología (no en vano es la primera incursión de Scorsese en el terreno del último intento de popularizar el cine en 3D) y llevarla a cotas nunca antes vistas. Y maravillarnos. Ser un ilusionista, otra vez.

¿Y nosotros? Nosotros, como espectadores, tener la suerte de poder ver el cine de nuevo con los ojos del niño protagonista, ser inocentes como eran los espectadores de principios del siglo XX, como lo fuimos todos un día, quedarnos boquiabiertos y ojipláticos (dejarnos reencantar, que diría nuestra compañera Esther) como si fuera la primera vez. Un gustazo, oiga.


lunes, 8 de septiembre de 2014

Seis personajes en busca de actor

Propone: Miguel
Comenta: Víctor


A pocos desagrada esta película, la última de Louis Malle. La rodó por casualidad: la compañía de teatro de André Gregory representaba en 1991 un atípico montaje de "El tío Vania", de Chéjov. El reducido público invitado a cada representación era acomodado en el escenario, y tenía que ir trasladándose llevando sus propias sillas para seguir la obra que representaban actores vestidos con ropa de calle a través de escenarios dotados de los mínimos elementos. Malle fue invitado a una de ésas representaciones. Poco después Gregory, abrumado por el fallecimiento de la actriz que interpretaba a la nodriza, interrumpió las funciones; entonces Shawn (Tío Vania en la película) le propuso a Malle filmar el montaje para que no cayera en el olvido. Malle se entusiasmó con la idea, y así realizó esta película sobre un ensayo para la representación de la obra citada.


El resultado tiene algo de mágico, difícilmente explicable por ninguno de los elementos que se analizan o discuten habitualente: todo es redondo, pero el conjunto no se puede reducir a sus partes. El intemporal drama de Chéjov está reducido a sus elementos básicos: vidas malgastadas, soledad, esperanza romántica y sorda desesperación. El trabajo de todos y cada uno de los actores es irreprochable. La actitud de la cámara es prácticamente documental: ningún artificio, ninguna afectación para filmar una puesta en escena descarnada y a la vez vibrante a partir de suaves juegos de luz y sombra.


Pocos son interludios en que los actores (los "auténticos" personajes de la película) se interpretan como tales actores; la mayor parte del tiempo están, justo, actuando como personajes del drama, del sueño dentro del sueño. Pero nunca lo olvidamos del todo:  son los actores los que se nos muestran simplemente leyendo el guión (también irreprochable, por cierto) en el ensayo; y cuando actúan, a menudo los ruidos de la ciudad, del tráfico de las calles, los cláxones, nos recuerdan su condición. Lo que no hace sino reforzar el sentido de intemporalidad del drama, que se prolonga --mágicamente-- más allá de su texto. Tanto dentro como fuera de él, todo es actuación. La banda sonora, que tampoco adquiere un excesivo protagonismo, puntúa maravillosamente dos o tres momentos --como el principio de la película o el monólogo de Vania donde declara su amor no correspondido, con un saxo en clave de "free jazz".


No es necesario decir nada más sobre esta película, que yo pondría en una lista de las diez imprescindibles. Podría uno enrrollarse con psicologías, o interpretar lo problemático de la idea de la resignación latente al final. Pero sería contrario a su mismo espíritu. No hace mucho hemos podido ver otra de las películas clásicas de Malle, "Adiós muchachos". Seguro que no será la última.

El secreto de la felicidad

Propone: Laura
Comenta: José Antonio


"Es tan pobre que sólo tiene dinero". Ésta es la frase que resume la esencia de "Vive como quieras", la película de Frank Capra que Laura llevó a muestro Cineclub. Con ella, la exótica familia protagonista describe al multimillonario padre del novio de una de sus miembros. "Vive como quieras" reivindica el placer de disfrutar de las cosas sencillas y vivir haciendo aquellas cosas que a uno le gustan. El argumento parte de la historia de amor entre los dos protagonistas que pertenecen a familias de planteamientos y formas de pensar antagónicas.Tony Kirby, interpretado por James Stewart, proviene de una familia de millonarios y empieza a salir con una de sus empleadas, Alice Sycamore, que encarna Jean Arthur. La historia de la familia de ella requiere una explicación. El abuelo Vanderhof decidió hace treinta años que tenía ya suficiente dinero para vivir y se retiró de los negocios para disfrutar de la vida. Cada miembro de la familia se dedica a hacer aquello que más le gusta porque ya tienen sus necesidades básicas cubiertas. El poner a compartir mesa y mantel a las dos familias y el choque de personalidades es el motor que mueve esta comedia que rodó Fank Capra en 1938. Para añadir algo más de tensión al asunto, resulta que el edificio en el que viven es precisamente el único cuyos propietarios se niegan a vender, lo que impide a los Kirby y su empresa ejecutar un pelotazo urbanístico. Resulta cuanto menos curioso que la policía esté investigando a este grupo familiar por considerarlos peligrosos anarquistas, unas personas que lo único que quieren es disfrutar de la vida y hacer aquello que les gusta. La crítica de fondo al capitalismo está latente, ya que parece como si en este sistema lo único que prima es competir con los demás y machacar al rival, acumulando únicamente por el placer de acumular y sin disfrutarlo.



Capra es el máximo exponente de las películas del new deal, obras que pretendían devolver el optimismo y contribuir a la regeneración moral de una sociedad hundida tras la crisis de 1929. Dada la crudeza de aquella recesión, no es de extrañar que muchos de los planteamientos del cine de Capra cobren especial vigencia en los tiempos actuales. "Vive como quieras" fue la primera película de Capra que tuvo a James Stewart como protagonista y para mi era desconocida hasta ahora. Las otras dos colaboraciones entre ambos fueron "El caballero sin espada" y el gran clásico "Qué bello es vivir". En ellas se muestra a individuos enfrentados a un sistema corrupto y para luchar contra él no tienen otra arma que sus principios y su honradez. Puede que algunos tilden a Capra de blandengue, pero yo prefiero que alguna vez ganemos los individuos frente a los poderosos y los corruptos, por mucho que algunos insistan en que en la realidad el sistema acabe aplastando al individuo. Porque a mi también me gusta ir al cine a soñar, aunque no en el sentido en que lo hacen otros miembros del Cineclub de los que no diré nombres. Las películas de Capra son patrióticas, pero sería injusto colocarle la etiqueta de americanadas. Capra defiende ante todo al individuo frente a los sistemas. Al ser Estados Unidos el lugar donde vive, reivindica al ciudadano americano y a su derecho a rebelarse contra instituciones corruptas. No en vano, Estados Unidos era el referente de democracia en los años 30 y no hay que olvidar que en la vieja Europa algunos de sus países habían optado por apoyar regimenes fascistas que estaban legitimados por las urnas. Capra tenía muy claro que una cosa eran los intereses de los ciudadanos de un país y otra los intereses de los gobiernos de turno. Sus personajes son personas humildes, sencillas y trabajadoras dispuestas a hacer los sacrificios que sean necesarios para enfrentarse a las injusticias. Cuentan que en la vida real Capra era una persona profudamente pesimista y que el optimista que trasmitía en sus películas era precisamente la terapia que utilizaba para combatirlo. No sé si al le llegó a funcionar, pero cada vez que termino de ver una de sus películas siempre consigue trasmitirme buen rollito y salir sonriente a la calle. Los finales felices siempre nos hacen recordar que es posible soñar con un mundo mejor.



martes, 2 de septiembre de 2014

Nunca estuvimos solos

Propone: Iván
Comenta: Rubén



Una de las últimas propuesta de Iván para nuestro cineclub fue Otra Tierra, película de reciente factura, pues data de 2011, dirigida por Mike Cahill quien también co-escribió el guión junto a Brit Marling la cual ganó el premio a la mejor actriz por esta película en el Festival de Sitges en el año de su estreno. La película cuenta en su haber, además de este galardón, el premio especial del jurado del Festival de Sundance; el de sección oficial largometrajes a concurso en el Festival de Locarno y un par de nominaciones, una al mejor director en los premios Gotham y otra a la mejor ópera prima y mejor guión novel en los Independent Spirits Awards.


A veces, las películas que nuestro compañero nos trae albergan más filosofía de la que nos pensamos. Una filosofía que pasa desapercibida, una filosofía que, a lo mejor, sólo es una sensación mía. Y tal vez por eso, cuando vimos esta película recordé la teoría de los tres mundos o tres clases de realidad del filósofo austro-británico Karl Popper.


Según este pensador, tres son las clases de realidad: el mundo 1 (de los fenómenos físicos), el mundo 2 (de los fenómenos mentales) y el mundo 3 (de los fenómenos culturales). Para él, una vez que tenemos materia, nuestra mente adquiere cierta libertad que le permite actuar sobre ella misma y sobre los otros mundos, a la sazón el material y el cultural. Igualmente, los fenómenos físicos o la materia pueden afectar a la mente a través del cerebro y los fenómenos mentales pueden, a su vez, producir ciertos cambios físicos. Una estado báquico de la conciencia (forma algo rebuscada para indicar una intoxicación etílica) o una faz ruborizada pueden servir de ejemplo respectivo. O bien la idea que tiene un arquitecto para una casa (mundo 2, fenómeno mental), la realización material de esa casa (mundo 1, fenómeno físico-material) y la estructura o distribución de la casa (mundo 3, fenómeno cultural). Por cierto, los tres mundos son interactivos entre sí pero irreductibles.
No se puede negar que el mundo 1 ha sufrido diversos y hasta abundantes cambios por efecto de las ideas mentales, o que el mundo 2, nuestras propias vivencias subjetivas, puede alterarse también por influjo y acción de ellas, de las mismas ideas que la mente ha generado y de las diversas implicaciones inesperadas que, tal vez mucho tiempo después de desaparecida esa mente originaria, otra mente es capaz de actualizar a través de su lectura en un libro. Asimismo, las teorías científicas, filosóficas y el arte pueden influir sobre los otros dos mundos.

Y todo esto porque en este film, de repente, surge otra Tierra en el universo. No aparece un planeta habitable o habitado, no. Otra Tierra exactamente igual a la nuestra, con sus mismos habitantes y accidentes geográficos. Es como un reflejo de la nuestra pero con entidad. A lo largo de la cinta se recurre a diversas teorías para explicar este fenómeno. Y ante este panorama, mi retorcida mente empezó a elucubrar que nuestra Tierra sería el mundo 1, la otra Tierra, sin ser un fenómeno mental, yo la asociaría al mundo 2 en parte porque supone una solución imaginativa, y finalmente, el mundo 3 sería nuestra situación cultural. Es bastante difícil defender esta idea sin ser un aguafiestas contador de finales, pero espero que los que la vieron, pueda comentar.


Por cierto, para el concepto de alteridad mejor leer a Simone de Beauvoir y su libro El segundo sexo

miércoles, 20 de agosto de 2014

Corazón Glam

Propone: Altea
Comenta: José Antonio




Queríamos cambiar el mundo y el mundo nos acabó cambiando a nosotros. Aunque la película habla de muchas más cosas, creo que ésta es la clave de "Velvet Goldmine". Una peli que nos trajo a nuestro Cine Club tiempo atrás Altea. Protagonizada por Jonathan Rhys Meyers, Ewan McGregor, Muriel, digooo Toni Collette y Christian Bale, entre otros, esta película de 1998 está ambientada en los inicios de la música glam a finales de los 60 para mostrarnos el ascenso a lo alto de la fama de sus cantantes protagonistas, para acabar con su decadencia durante los 70 y hasta la traición de los principios que defendían. La película repasa la historia de un músico imaginario llamado Brian Slade y que encarna Jonathan Rhys Meyers. Inicialmente iba a ser una biografía de David Bowie y el personaje que creó en sus inicios, Ziggy Stardust. Sin embargo, Bowie se desmarcó del proyecto porque tenía su propia idea para otra película. De esta manera, Velvet Goldmine se libera del condicionante de la realidad y permite a la película llevar a sus personajes a situaciones a las que jamás habría podido de haber figurado éstos con sus nombres y apellidos reales. Porque si Slade es Bowie, Kurt Wilde, otro de los protagonistas que interpreta Ewan McGregor, es Iggy Pop y tengo que admitir que ahora mismo no sé muy bien quién era el personaje imaginario de Lou Reed, ni siquiera si sale. Rhys Meyers interpreta a un personaje hedonista, egocéntrico, que no duda en manipular a todos los que tiene a su alrededor para sus propios fines. Recuerda bastante al protagonista de otro musical, que triunfó en nuestro Cineclub: Hedwig And The Angry Inch. Ignoro si la película es o no del agrado de Bowie, pero lo cierto es que no hay ni una sola canción suya en toda el metraje, a pesar de que lleva el título de una de ellas. La gran banda sonora cuenta con un amplio repertorio de temazos de otros grupos y artistas de la época: Lou Reed, Roxy Music, Iggy Pop, Bryan Eno, etc, más alguna canción compuesta expresamente para la ocasión.


La cinta empieza en los años 80 para retroceder en el tiempo con flashbacks que nos van contando la historia del auge y supuesta caída de la estrella. Un jovencito Christian Bale es un periodista que recibe el encargo de hacer un reportaje sobre la figura del mítico cantante Brian Slade que diez años antes fingió su propio asesinato en el escenario para incrementar su fama. El fraude se descubrió al poco tiempo y hundió la carrera del cantante. Desde entonces, Slade ha desaparecido de la faz de la tierra sin que nadie le haya vuelto a ver. Como en Ciudadano Kane, el periodista empieza e investigar la vida del cantante con el fin de reconstruir su trayectoria y averiguar cuál fue su paradero. Entre flashbacks de los amigos de Slade que son entrevistados por el reportero, imágenes de sus conciertos y recuerdos de lo que esa música significó para el personaje del periodista en su juventud va transcurriendo la historia, sin que llegue a haber un guión lineal. Nos sumergimos en un universo de trajes de purpurina, zapatos de plataformas y labios carmín, en el que los cantantes se lanzan en una competición de a ver quién logra ir más allá y consigue la hazaña más escandalosa. Una época en que salir del armario ya no era someterse a una lapidación en la plaza pública. Un sueño para muchos homosexuales que veían a estos cantantes y grupos como ídolos porque triunfaban presumiendo de lo que ellos trataban de ocultar. Sin saber que a veces esa propia homosexualidad formaba parta del espectáculo. Slade está casado con una mujer. Es bastante claro que se trata de un matrimonio sin amor y por puro interés. Pero por otro lado, ¿cuánto de la faceta homo de Slade, no es también otro reclamo para seguir escandalizando a la sociedad y seguir manteniendo la atención de los focos?


David Bowie "mató" a Ziggy Stardust anunciando en medio de un concierto que aquella sería su última actuación. Una verdad a medias, Bowie sólo abandonaba el personaje y seguía su carrera bajo una nueva identidad. Brian Slade finge su muerte en el escenario supuestamente tiroteado por un fan y acaba con el personaje que había creado y le dio fama. Pero la ficción del montaje no dura ni 24 horas y el mito cae. El periodista logra averiguar la identidad actual de la desaparecida estrella, un cantante country que se fotografía con Ronald Reagan (vamos, conservadurismo en estado puro). Una realidad que los propios protagonistas tratan de ocultar al mundo y de la que se avergüenzan. De ahí la frase con la que empezaba este comentario. No sé si la intención del director es la de criticar a Bowie, o simplemente si se trata de la historia de un personaje de ficción aprovecha para cambiar los hechos de manera que pueda decir el mensaje que buscaba: el cambio de una generación que acabó traicionando los princpios que defendía. Tras los aires de libertad de los 60 y los 70, llegaron los 80, los años del ultraconservadurismo. En esto, como en otras cosas, en España fuimos al revés que todo el mundo. O simplemente lo aplicamos diez años más tarde.Y mientras tanto, sigue el espectáculo.

viernes, 27 de junio de 2014

Lisístrata 2.0


Propone: Nando
Comenta: Rubén

En la Atenas del año 411 antes de Cristo, el comediógrafo griego Aristófanes estrenaba Lisístrata, su nueva comedia. Por aquellos años, Esparta estaba ganando la Guerra del Peloponeso. Miles de griegos morían en el territorio heleno y la contienda parecía no alcanzar nunca el final.
¿Qué pretendía el autor con esta obra cómica estrenada en un ambiente tan mísero? Una fuerte denuncia contra la guerra. Y, de paso, apuntaba un sistema para conseguir la tan anhelada paz: Las mujeres atenienses y espartanas, la mujeres de toda Grecia se reúnen para convocar una huelga de sexo contra sus maridos y amantes mientras no firmasen el fin de la guerra. Las mujeres toman una iniciativa política para lograr lo que los hombres no habían conseguido en veinte años. Mientras dure la guerra, no habrá sexo. Parafraseando con una pizca de humor a Vegecio: Si vis coitum, para pacem.


Saltamos cronológicamente hasta el 2011 de nuestra Era. Nos dirigimos a un país sacudido por la guerra como es Líbano. Allí, la directora de cine Nadine Labake (Caramel, 2007) rueda su película ¿Y ahora, a dónde vamos? En esta cinta, las mujeres de un pequeño pueblo libanés, cansadas de llorar a sus familiares varones muertos por la guerra religiosa, deciden unirse al margen de sus creencias para intentar poner paz y evitar que mueran más seres queridos de uno y otro bando. En esta ocasión no es una huelga de sexo, pero sí es para poner fin a una guerra.
En este mismo año, el director Radu Mihaileanu (del que ya vimos El Concierto) graba la película La fuente de las mujeres, tomando un poco de allí y de allá. De allí, de la obra aristofánica, toma la idea de que las mujeres hagan huelga de sexo para lograr su objetivo, que si bien es cierto que es algo más trivial que la paz, es igual de importante para la supervivencia y el día a día de su aldea. De aquí, del filme libanés, toma parte de la estética y el frente común femenino organizado.


Es decir, en la película que ahora comentamos, las mujeres de un pueblo indefinido, en algún lugar del norte de África u Oriente Medio, deciden ponerse en huelga de sexo para conseguir que los hombres, trabajando juntos, hagan una canalización para acercar el agua de un arroyo hasta el pueblo. Algo tan sencillo se vuelve titánico. Las pequeñas cosas a veces son las más importantes.
Toda la película, por otra parte, es una bonita metáfora del agua como fuente de vida. El adagio Sin agua no hay vida” es harto conocido, y en algunas canciones que entonan las mujeres de la película se canta que el marido no debe olvidar regar a la mujer, como si fuera una flor, para que sea fértil. Pero si el agua es vida, la sequía que amenaza la región es la muerte. Sin cultivos, están abocados a la hambruna; y la aldea sin hijos está condenada a la desaparición.


Evidentemente, el peso de la película recae sobre las mujeres pues es un film cargado de feminidad. Por su parte, los hombres quedan desplazados, marcados fuertemente por los síntomas del machismo. Sin embargo, no valen generalizaciones pues ni todas las mujeres pactan la huelga ni todos los hombres encarnan valores negativos. Hay, además, algunas otras notas que muestran la difícil situación en que se vive en esos países. Pero la unión hace la fuerza.

Y es que el amor, ya se sabe, es el arma más poderosa del mundo.




viernes, 13 de junio de 2014

De paradoja en paradoja

Propone: Miguel
Comenta: Jose Antonio


Había escrito un comentario de Los cronocrímenes, película que nos trajo Miguel al Golfa, pero un problema informático hizo que lo perdiera. Sólo con haber guardado los cambios ese incidente (putada) podría haberse evitado. Sabiendo lo que ya sé, es normal fantasear con la posibilidad de ir hacia atrás en el tiempo y corregir errores que con un simple aviso podrían haber impedido algo. Pese a todo, presiento que esta versión 2.0 del comentario va a ser mucho mejor. Quizá yo mismo desde el futuro provoqué el error informático, sabiendo que el texto que había escrito quizá no era tan bueno. Algunos diréis que estoy divagando mucho y no termino entrar en materia, pero como ya dije (no fue aquí, fue en el otro texto. Los de la realidad alternativa ya lo leyeron), ésta es una película en la que el guión es un puzzle perfectamente ensamblado. Las piezas se nos van dando a lo largo del metraje, provocando giros continuos de la historia y sorpresas. Lo mejor es que el espectador complete por sí mismo el rompecabezas y que no le dén la solución antes de resolverlo. ¿Dónde estaría la gracia entonces? Por eso, no querría extenderme mucho en lo que es el argumento y mejor que hable de las ideas que la película expone.


Los cronocrímenes es el primer largo de Nacho Vigalondo estrenado en 2007. Ciencia ficción a la española de muy alto nivel. En su día, se esperaba que se convirtiera en un éxito mundial, pero creo que los resultados no fueron los esperados. La película trata del tema de los viajes en el tiempo y las paradojas temporales, un tema que se nota que el director conoce muy bien. Vigalondo termina una película aparentemente muy sencillita, sin grandes efectos especiales, ni enormes presupuestos, muy pocos personajes y un amplio dominio del tema que trata. Las modestas pretensiones de la obra hacen que a veces no se tome demasiado en serio a sí misma y se permita algún momento de cachondeo. Lo cual también es de agradecer. Es una aportación muy digna al tema de los viajes en el tiempo. Algunos la colocan en el top ten de las pelis de este subgénero. Una de las cuestiones principales del argumento es el tema de las paradojas temporales, algo que en el debate el respetable no parecía tener muy claro lo que era. Y esto será lo que voy a intentar explicar ven el comentario.


En algún sitio he leído que el tiempo es lineal y siempre va hacia adelante. Algunos físicos sostienen que si en un futuro se crearan máquinas en el tiempo, sólo se podrían viajar hacia al futuro, nunca al pasado. Como estamos en el terreno de la ficción, imaginar que viajamos al futuro o al pasado es gratis. El destino del viaje es el que uno prefiera. Ver lo que seremos o estudiar como éramos, procurando eso sí causar las menos contaminaciones posibles a la línea temporal. Es buen momento para hablar del llamado "efecto mariposa". Hay películas con este título, pero no las he visto y las obviaré para no meter la pata. Parte de un principio por el que el batir de las alas de una mariposa en un extremo del mundo, puede provocar causando un tsunami en el otro. Hasta el más insignificante de los acontecimientos puede tener una trascendencia crucial en el modo en que luego ocurrirá todo. Se puede ir al pasado para tratar de cambiarlo, pero hay tantas variables que es posible que la cosa no salga redonda y logremos consecuencias imprevistas.Hay un relato en el que un equipo de científicos viaja atrás en el tiempo, concretamente a la Prehistoria. Accidentalmente uno de ellos pisa una hormiga y el relato describe los acontecimientos que se van poniendo en marcha con este hecho aparentemente insignificante. Cuando acaban volviendo a su tiempo los protagonistas se encuentran con que hay un nuevo presidente en los Estados Unidos. Pero, insisto, estos son cambios en la línea temporal que se limitan a crear otra realidad nueva.


En las adaptaciones de "La máquina del tiempo" de H. G. Wells, el protagonista viaja hacia el futuro. No hay paradojas posibles porque el protagonista va hacia delante en el tiempo. La paradoja se produce cuando alguien viaja al pasado siendo la causa de lo que ocurrirá en el futuro. Sí podría ocurrir una paradoja, cuando él vuelve a su tiempo. Por ejemplo, si utilizara el conocimiento del futuro para tratar de cambiar la historia. Pero eso no lo sabemos porque la historia acaba cuando el protagonista vuelve a casa.
En "Regreso al futuro" hay un viaje al pasado, pero tampoco se producen paradojas temporales. Marty McFly llega a los años 50 y accidentalmente cambia la historia, concretamente el modo en que sus padres se conocieron y enamoraron. Un acontecimiento insignificante para el mundo, pero de gran trascendencia para la vida de nuestro protagonista en un pequeño pueblecito estadounidense. Se genera una nueva realidad alternativa con los cambios que él ha realizado, pero tampoco hay paradoja. Sólo cambia la historia que ya conocíamos por otra nueva.
La paradoja sí se produce en el caso de Terminator. Kyle Reese y el cyborg T-800 llegan de un futuro en el que la humanidad está en guerra contra las máquinas. La máquina busca matar a la madre del futuro líder de la resistencia antes de que éste nazca, mientras que el humano ha ido a evitar que eso pase y se cambie el tiempo. Reese se enamora de Saran Connor y acaba siendo quien la deje embarazada del futuro salvador de la humanidad. Aquí no se ha cambiado la línea temporal, ha pasado lo que debía de ocurrir porque Reese siempre ha sido el padre de John Connor. De hecho, cuando él lo envía al pasado sabe perfectamente que en ese viaje acabará dejando embarazada a su madre. El círculo se cierra y ocurre lo que debió ocurrir.
Hay un efecto parecido en Doce monos, cuando el protagonista de niño se encuentra con su yo futuro. Aquí no hay paradojas tampoco, ni realidades alternativas, ni nada porque realmente en el viaje en el tiempo no se logra cambiar nada. Los protagonistas están atrapados en un bucle que se repite una y otra vez.

¿Confusos? Pues en "Los cronocrímenes" todo esto de las paradojas y el efecto mariposa lo tenéis muy bien explicadito. Y es que, como dice Vigalondo, el momento crucial de la peli es cuando sale la tía en pelotas.


lunes, 28 de abril de 2014

Chipre tuvo la culpa

Propone: Nando
Comenta: Rubén
  

Yo abrí el cineclub al cine griego con Nunca en Domingo, José Antonio nos explicó el nuevo Mito de la Caverna platónico con Kynodontas, Víctor nos informó que el mañana dura La Eternidad y un día y Nando me hizo recordar mis veladas gastronómicas sobre cocina griega y mis viajes por el país heleno con Un toque de canela.


Empecemos por un análisis del título, en griego: Politikh kouzina nada tiene que ver con el español Un toque de canela, ya que se podría traducir el original como Cocina tradicional y creo que así recogería más la esencia de la película. Es cierto que la canela es una especia fundamental en los platos de carne de la gastronomía griega, presente en la moussaka, en los asados de cordero, en los guisos de buey... todos platos muy típicos de la cocina tradicional griega que aparecen en la película y muchos otros entrantes (tzatziki, dolmades, tyropitakia) y postres (los dulcísimos y acanelados baklavas) que también se captan al revolotear la cámara sobre cualquier mesa familiar dispuesta para el festín que no todos se cocinan con la dulce y afrodisíaca (según dicen) especia esrilanquesa o ceilandesa. La menta tiene la misma presencia o más, por lo tanto se podría haber traducido por Un toque de menta. Aunque la canela vuelve a la gente más comunicativa.


Pero no nos detengamos en la anécdota de esta película del año 2003, dirigida por Tassos Boulmetis y protagonizada por Georges Corraface (el mismo que de la española La pasión turca) que narra las andanzas de un jovencito griego aficionado a la (g)astronomía por influencia de su abuelo que tiene una tienda de especias. Toda la familia es helena, afincada en Estambul y serán deportados de nuevo a Grecia tras el conflicto entre ambas naciones por la invasión turca a la isla de Chipre. El abuelo permanece en Turquía y promete visitas a su país natal para ver a su familia pero jamás llegan a realizarse tales viajes. Un día, nuestro ya no jovencito protagonista recibe una llamada con malas noticias sobre la salud de su abuelo. Realmente, la película comienza así y aquí pero la historia no sigue un eje cronológico diacrónico, sino que con continuos flashes back la narración salta del pasado al presente y del presente al pasado constantemente. Por cierto, el protagonista es profesor de astrofísica y gastrónomo aficionado. Entonces tiene que regresar a Estambul y a enfrentarse a ciertos aspectos de su pasado. En la película hay un recurrente juego de palabras, se menciona un par de veces que el término gastrónomo lleva dentro el término astrónomo, y la verdad es que la lección gastro-astronómica del abuelo, en el desván de su tienda, combinando especias y planetas me pareció una de las mejores secuencias de la película. “Pimienta: es caliente y quema, ella es el sol, que todo lo ve por eso le va bien a todo; Venus, la más bella de las mujeres, la canela, es dulce y amarga, como todas las mujeres; y luego la Tierra, que alberga la vida y la vida necesita alimentos, y la sal hace los alimentos y la vida más sabrosos”.


La cocina está presente en toda la cinta, los diferentes episodios de la historia se nos presentan a modo de los platos de un menú: los primeros, los segundos, los postres. Es una película muy culinaria, muy bien realizada, muy académica.
Como alguien comentó, es una de esas películas que se ruedan para llevarse el Óscar a la mejor película de habla no inglesa, aunque en esta ocasión no ocurrió.



La película completa se puede ver aquí