miércoles, 3 de abril de 2013

Polémica golfa. Hoy: Vértigo, de entre los muertos



Después de un paréntesis bloguero, retomamos la publicación con un doble comentario a cargo de Víctor y Juli, para que os quitéis el mono de golpe, de la inmortal cinta de Hitchcock, que propuso en su día José Antonio ¡Que disfrutéis! 


VÉRTIGO
Comenta: Víctor


Cuando pensé en comentar "Vértigo" se me ocurrió que contaba con una ventaja: se ha escrito tanto sobre la película que uno no necesita presentarla, se puede entrar directamente al trapo de lo que uno quiera comentar. Poner esto de manifiesto parece una buena manera de empezar el comentario, pero ni siquiera es original tampoco: para mi desilusión, resulta que hay al menos una reseña que empieza exactamente así, como esta mía (y como dicha reseña es anterior, esto me convierte en un plagiario --aunque con escasa repercusión y sin ánimo de lucro).

La película no siempre ha obtenido el reconocimiento universal que ahora se le prodiga. Fue un fracaso en su estreno, del que Hitchcock culpó a James Steward por tratarse de un actor demasiado mayor para el papel: Scottie en la novela "D'entre les morts" es un treintañero. Por añadidura, la película no entró en la famosa lista de las "diez mejores" de "Sight & Sound" hasta veincuatro años después de su estreno, y sólo en el 2012 se ha aupado hasta su primer lugar. Parece que en esto del arte las modas, y no los criterios estéticos que nunca pueden ser "objetivos", son las que marcan la pauta.

 
Una anécdota que no sé si será cierta tiene como protagonista a García Márquez: puede decirse que "Vértigo" son en realidad dos películas, la primera se extendería hasta la confesión que hace la voz en off de Madeleine, y otra a partir de entonces en la que el foco se ha desplazado. Cuentan que después de ese momento de revelación, García Márquez se levantó y se fue. Allí acababa todo, la nueva película ya no tenía interés para él. Pero a lo mejor se precipitó: como observa Zizek, he aquí el verdadero genio de Hitchcock, él toma historias como éstas y cuando la historia, siguiendo las reglas narrativas comunes, debería terminar, las cosas continúan.

Hay una extraña lentitud en su rodaje, en su montaje, en su desarrollo en conjunto: es patente en las escenas de la persecución o seguimiento por las calles de San Francisco --que son con las que yo "me quedaría" de la película. Esta lentitud es bastante notoria: Truffaut la contrapone al ritmo de otras películas de Hitchcock, y cuando se le hacía notar esto al propio maestro, no sólo lo admitía como algo deliberado sino que destacaba también su necesidad: porque "contamos la historia desde el punto de vista de un hombre que es un emotivo". En este contexto, parece que alguna de las escenas no se pueda rodar mejor (en la galería de arte, por ejemplo); otras son sobradamente conocidas (en la tienda de flores, por poner otro ejemplo: la mirada como objeto).

Los símbolos, los guiños, proliferan por todas partes (en un primer visionado a mí por lo menos se me escaparon la inmensa mayoría) y forman parte de la riqueza de la película. Por ejemplo, las divertidas alusiones a la sexualidad de Scottie --sufre de impotencia en la novela-- que no sabe qué hacer con el bastón en compañia de Midge y experimenta un ataque de vértigo por sólo subir a un escabel con dibujos de mujeres. El juego y el misterio son los mimbres de esta película.

Y cómo no, también han proliferado las interpretaciones psicoanalíticas, que no me parecen nada esotéricas en este caso. Al fin y al cabo, ¿qué mujer busca Scottie? ¿Judy o Madeleine? ¿Es real o sólo una fantasmagoría "más real (para Scottie) que la propia realidad"? El objeto del deseo nunca puede poseerse (anecdóticamente, este objeto iba a ser Sara Miles, pero ella quedó embarazada y Kim Novak --hoy cuesta imaginar otra Madeleine-- ocupó su lugar). Vemos como, con enorme sutileza cinematográfica, mientras Scottie abraza apasionadamente a Judy transformada en Madeleine, por un breve momento él se aparta como agobiado por alguna duda: el objeto que deseo (Judy-Madeleine), es diferente del objeto que causa mi deseo, de aquello que me hace desearla y de lo que no soy consciente. Scottie quiere estar seguro de que lo que le hace desearla está todavía allí, y es por supuesto el vacío del vértigo. En cierta concepción psicoanalítica de la melancolía hay algo de esto. La paradoja de la melancolía es que todavía tienes a tu pareja pero te comportas como si la hubieras perdido. Podemos conceptualizarla mediante la distinción de Lacan, tienes el objeto pero pierdes el fantasma, pierdes lo que te hace desear ese objeto. Son insondables los caminos de la neurosis.

El final de la película fue también causa de dudas para Hitchcock: en un primer momento, pensó en mostrar a Scottie, después de la muerte (definitiva) de Madeleine, en estado casi catatónico y al cuidado de Midge; más tarde decidió concluir en el campanario. Sus razones tuvo, sin duda.

Como colofón, diré que mi propia emotividad ha tardado mucho tiempo en dejarse seducir por esta película. ¿Las resistencias son expresión de deseo? Da un poco de vértigo --y perdón por la conclusión facilona-- pensar en estas cosas.






¡CUIDAO, QUE SI TE CAES, TE ESLOMAS!
 Comenta: Juli


La leyenda de Hitchcock se fundamenta con obras como esta y con protagonistas como este, aunque estemos más acostumbrados a oír hablar de las “mujeres de Hitchcock”. No en vano, James Stewart colaboró con don Alfred en 4 películas: La soga, El hombre que sabía demasiado, La ventana indiscreta y la que nos ocupa, Vértigo.


El vértigo es un trastorno del sentido del equilibrio caracterizado por una sensación de movimiento rotatorio del cuerpo o de los objetos que lo rodean. Familiarmente este término se utiliza para describir el miedo a las alturas. Es lo que le pasa a nuestro protagonista: a consecuencia de un trauma psicológico desarrolla este vértigo, lo que le lleva a una baja laboral en su trabajo de policía y a una existencia anodina, cuyos mayores divertimentos consisten en sus visitas a una pintora amiga suya (sí, de esas de “solo te quiero como amiga”, aunque ella esté enamorada de él) interpretada por Barbara Bel Geddes.



Pero el destino le aguarda una sorpresa a nuestro Jimmy, en forma de la visita de un antiguo amigo que le pide que investigue a su mujer, una espectacular y bellísima Kim Novak. La película combina a la perfección momentos trepidantes con otros que invitan a la reflexión y el sosiego, escenas memorables y vistas espectaculares del San Francisco de los años 50.




El retrato psicológico de los personajes y la atmósfera que consigue el Mago del Suspense se ve reforzada con la banda sonora de Bernard Herrmann y la fotografía con abundancia de tonos verdosos y rojizos de Robert Burks. Rompe la dicotomía entre el amor y la muerte, al mezclarlos en la mitificación que recrea el protagonista del personaje que interpreta Kim Novak.
 

En resumen, y recurriendo a un símil gastronómico, estaríamos hablando de un jamón de bellota 5Js, y no digo caviar porque es mucho más esnob y los que no estamos acostumbrados a este manjar podemos confundirlo fácilmente con huevas de lumpo.