lunes, 23 de diciembre de 2013

¡La vida, la vida!

Propone: Miguel
Comenta: Víctor



Asistimos en esta película a diversas peripecias de diversos personajes cuyas cuitas se van sucediendo alternativamente, sin solución de continuidad. Hay un nexo común entre ellos: todos están emparentados y por ello las tribulaciones de cada cual les son precisamente familiares al resto. Esta "estructura" tiene sin duda precedentes y consecuentes, pero haría falta una cinefilia más sólida que la mía propia para rastrearlos. Puedo citar Magnolia, del año inmediatamente posterior o la más reciente Crash, donde el nexo consiste en que todos los personajes coincidirán en el espacio y en el tiempo en el momento fatal de un accidente de tráfico. 


Un problema concomitante a tal esquema es que de esta manera no es fácil desarrollar o mostrar determinados conflictos: la mirada, el foco, ha de ser más bien "objetivo", como de bitácora: a fulanito le acontece esto y aquello --y que pase el siguiente. Esta limitación se hace muy patente al presentar el personaje del psiquiatra padre de familia, que de sopetón, sin preparación alguna, se nos aparece casi inverosímilmente como un pederasta reprimido. Se puede objetar que precisamente se trata de eso, de mostrar cómo tras una fachada de normalidad discurren la frustración y las perversiones insatisfechas; pero lamentablemente en algún momento todo ello adquiere un desagradable tono de pastiche, que queda especialmente de manifiesto en la escena, pretendidamente dramática al extremo, de la conversación entre el padre condenado, o a punto de serlo, por su pederastia, y su hijo: cuando éste último le pregunta, entre lágrimas poco creíbles, si hipotéticamente podría ser, él también, objeto del amor de su padre.


Éste diálogo me parece por lo menos inverosímil; y así la película, en lugar de exposición sin concesiones, deviene un poco caricaturesca a ratos --tampoco muchos. ¿Pero exposición de qué, qué problemas tienen nuestros personajes, qué les aflige? Decía Djurna Barnes --según sus propias palabras la escritora desconocida más famosa del mundo-- que «el hombre vive entre la espantosa presión de la entrepierna y la tumba». Los personajes de "Happiness", más que una evanescente felicidad, persiguen la satisfacción en tanto que seres sexuados. Hay que apañárselas para alcanzar el objeto del deseo, que nunca es totalmente real: se producen sorpresas desagradables. Hay que buscar a alguien para joderlo. Sólo en la canción que canta Joy Jordan (Adams) se hace una prosopopeya explícita de la felicidad: "Felicidad, ¿dónde estás? Te he buscado tanto tiempo [...]" Pero la prosopopeya no deja de ser un recurso retórico, y recordemos que su canción empieza, "Parece que nunca he tenido las cosas que quería en mi vida / de modo que no es sorprendente que vivir sólo me deje tristeza". Así se inscribe, como diría quien yo me sé, la lógica de la falta. Siempre ha de faltar algo, es un hecho que no se lleva muy bien con nuestro narcisismo original. 


La película gana muchos puntos con actuaciones como la universalmente aclamada de Philip Seymour Hoffman, y también --para mí-- la de Jane Adams (hay que ser justos con sus respectivos y logrados papeles). A pesar de los problemas de guión del suyo, el niño (Justin Elvin) también da la talla. A él se le reserva el final de la película y uno de sus mejores momentos, cuando finalmente, desde la terraza del piso donde está reunida la familia, se queda mirando a una vecina que se dispone a tomar el sol en "topless" junto a la piscina comunitaria, y digamos que actúa en consecuencia. Es entonces cuando logra "correrse" por primera vez, imposibilidad hasta ese momento que era motivo de preocupación para él. Tanto le alegra el acontecimiento que irrumpe en la reunión familiar junto a la mesa para declararlo, en otro momento poco plausible pero eficaz; y que me sirve para, de forma muy poco ideológica, introducir otra cita tan contundente al menos como la anterior, esta vez una exclamación del inolvidable autor de Bouvard et Pécuchet, y que creo que vale por toda la película: «¡La vida, la vida! ¡Erecciones!» 

viernes, 20 de diciembre de 2013

La soledad del artista

Propone: Víctor
Comenta: Rubén


La soledad del escultor ante el bloque entero de mármol, la soledad del escritor ante el folio en blanco, la soledad del pintor ante el lienzo vacío... Todos los artistas se enfrentan en solitario ante su futura obra pero sólo uno ha sido tan generoso de mostrar al público profano, y al no tan profano también, su proceso creador. Y este genio desinteresado no es otro que el pintor hiperrealista Antonio López, quien se puso a las órdenes del director Víctor Erice en El sol del membrillo allá por el año 1992 para indicarnos durante más de dos horas cómo se pinta un cuadro.


Y el caso es que comentando el filme con mi amigo Jorge Villalba, otro gran pintor hiperrealista (http://www.jorge-villalba.com os dejo el enlace por si queréis ver su obra), me contó que todos los pasos que se nos muestran en la cinta son los que se siguen: trazar las diagonales, marcar en el suelo la posición de los pies, indicar las distancias, realizar las marcas en los objetos, medir el lienzo... todo es tal cual aparece. Quizás os asombre mi sorpresa, pero debo confesar que soy un lego en la pintura. Y aunque siga los mismos pasos que mi amigo Jorge, o los que sigue Antonio López, que no es mi amigo, no conseguiré nunca hacer un buen cuadro. ¡Pero si de pequeño me salía de las líneas en los libros para colorear!

En esta película con trazas de documental autobiográfico por lo que no sé muy bien si llamarla así o documental biográfico o docudrama, el protagonista, el propio Antonio López, intenta pintar un cuadro de un membrillero que tiene en el jardín de su casa, arbolillo que él mismo plantó. Y esta tarea en apariencia tan sencilla se vuelve titánica pues el paso del tiempo es inflexible para con todas las cosas, ya seas membrillo o persona; el Sol ilumina de manera desigual con el paso de los días el objeto de estudio, los tonos cambian, los frutos maduran, las hojas caen e incluso nosotros acabaremos sumidos en el sueño de los justos cuando llegue nuestro momento, tal vez incluso antes de finalizar nuestras obras. Y el ciclo de pintura se repetirá año tras año con la llegada del otoño, la estación de la melancolía, la etapa que anuncia el invierno y, por ende, el fin.


Precisamente, la estética de la película tiene una atmósfera melancólica de días anodinos y grises salpicada de momentos cómicos con la presencia de un pintor amigo de Antonio, Enrique Gran (interpretado por él mismo), un antiguo compañero de clase que se acerca a visitarlo, que a modo de Yang anima el Yin de nuestro pintor contemporáneo. Se cuela en el estudio de Antonio un torbellino de locuacidad, risueño y alegre que aporta una dosis de vitalidad entre tarta y refrescos de cola como si de un cumpleaños infantil se tratase. ¡Ah, la infancia! Periodo de la vida que contrasta con el otoño de la misma, la energía desbordante, la espontaneidad, todo el tiempo del mundo sin que ningún fruto, ya maduro por el paso del tiempo, caiga desde el árbol del que pende y ponga fin a su efímera existencia.



Con El sol del membrillo puedes aprender técnicas de pintura hiperrealista, pero también te hará reflexionar sobre el paso del tiempo, ya se sabe: tempus fugit; incluso te abrirá una ventana a ese tiempo perdido irrecuperable del tipo collige, virgo, rosas porque después del otoño, ya no habrá frutos que recoger, por muy tardíamente que maduren los membrillos. 




miércoles, 18 de diciembre de 2013

Un director comprometido

Propone: Virginia
Comenta: José Antonio





Hubo un tiempo en que, como algunos les gusta decir ahora, los franceses vivieron por encima de sus posibilidades. A muchos tertulianos se les llenaba la boca diciendo que el país tenía un gasto soclal desorbitado y empezaron a aplaudir los dichosos recortes, que ahora sufrimos aquí en nuestras propias carnes. Estamos hablando de finales de los 90 y principios del siglo XXI en el vecino país galo. De cómo afectaban estos recortes a las clases más desfavorecidas es de lo que nos hablaba la película que nos trajo Virginia al cineclub, "Hoy empieza todo" de Betrand Tavernier. Tavernier es un director comprometido con las causas sociales, cuyas denuncias en la gran pantala han llegado a provocar reformas legislativas en ese país.  Un mérito que en España supondría que los de la caspa te acusaran de ser de «los de la ceja».





La película nos cuenta la historia del director de un colegio público en un barrio marginal de un pueblo francés que un día se encuentra con que la madre de una alumna llega borracha al centro, donde sufre un colapso y deja allí a su bebé y su hija de cinco años. El sentido común dice que lo lógico en estas situaciones es tratar de ayudar, no ya porque es tu trabajo, sino por humanidad. Asistimos a cómo el sufrido director se va dando contra un muro, encontrándose con un muro formado por funcionarios que no quieren más problemas. Los recursos de la Administración son los que son y si no hay, pues no es su problema. Mientras tanto, Tavernier nos muestra al político de turno sentado en su despacho, aplicando recortes, ignorando que para lo que él son porcentajes, es algo que tiene repercusiones directas en personas concretas.  Y todo sin renunciar al coche oficial. Y representante de un partido de izquierdas para más inri. El director acaba convertido más en un asistente social que en personal docente. Es uno de estos pequeños héroes cotidianos que intentan poner su granito de arena para intentar que el mundo sea un lugar mejor. El director nos muestra una mirada hacia todos aquellos que tienen que lidiar día a día contra la miseria y se convierten en una molestia cuando ponen el dedo sobre las carencias del sistema. Otros desde su atalaya proclaman solemnemente que el Estado de Bienestar está acabado. Seguramente, aquellos que lo hacen, ni siquiera han visto esta película y es posible que no sólo no se hayan planteado verla, sino que ni siquiera sepan que exista. Pero la película es toda una referencia entre educadores sociales.



Podéis ver la película completa en Youtube

jueves, 5 de diciembre de 2013

La guerra desde el otro lado

Propone: José Antonio
Comenta: Rubén




Los estadounidenses tienen la virtud de aparecer como victoriosos hasta en sus fracasos a través del cine. Casi siempre, además, la focalización recae en el bando ganador si son ellos; al fin y al cabo, ellos mismos producen, escriben y ruedan sus películas. Pero cuando se trata de narrar su Guerra de Secesión no siempre es así, en este acontecimiento histórico, el estado de la cuestión ya está más nivelado aunque reconozco que no he hecho un estudio fiable para comprobar si hay más películas desde la perspectiva del Norte que desde la del Sur. Y aunque ganó el Norte, como es harto sabido, Lo que el viento se llevó narra la guerra desde el bando sureño, por ejemplo, y también nos situamos en los estados meridionales en El maquinista de la General, una obra cumbre de Buster Keaton, rodada en 1927, dirigida, producida, escrita y protagonizada por él y que ha llegado a ser una de esas películas calificadas “de culto”.

El maquinista de la General cuenta un episodio real de la Guerra Civil o de Secesión estadounidense: un parte del ejército unionista disfrazado de sureños decide robar la General, por cierto, que la General es una máquina de vapor de la Western And Atlantic Rail Road, para unirse en Chattanooga con el resto de su ejército. En la película, el maquinista, nuestro protagonista Johnny, decide alistarse en el Ejército del Sur o Confederado por amor a su amada, quien le pide que se enrole como su padre y hermanos, pero no lo aceptan al considerarlo más necesario en retaguardia por sus conocimientos. Este hecho hace que su novia, Annabelle, se enfade con él y lo considere un cobarde.


Al año siguiente, Annabelle tiene que ir a ver a su padre, monta en el tren de la General, sin hablarse todavía con Johnny, y es en ese viaje cuando los norteños roban la máquina. Desde este momento, los esfuerzos de Johnny se centrarán en recuperar a su amada General y el amor de su otra amada y aquí comienza todo un desfile de situaciones divertidas mientras Johnny persigue a los Unionistas; destaca el episodio del cañón, por ejemplo.



La película supuso un hito en varios aspectos, llegando a ser casi una verdadera superproducción de su época: No intervinieron dobles y Buster Keaton rodó todas las escenas. Es capaz de tirar una máquina al río, valorada en un millón setecientos mil dólares de la época para dar realismo, y esto contrasta con la inexpresividad del actor, llamado Pamplinas en España por esta característica suya de cara de palo.

Quisiera para finalizar este comentario llamar la atención sobre el embrujo que los ferrocarriles tienen en el séptimo arte. Desde aquel Tren llegando a la estación de los hermanos Lumière, o la famosa frase de los hermanos Marx: “Es la guerra, traed madera” en Los hermanos Marx en el Oeste, por no mencionar Extraños en un tren o Asesinato en el Orient Express muchas han sido las películas que ha tenido alguna escena memorable sobre raíles.



lunes, 2 de diciembre de 2013

Independencia anodina

Propone: Manuel
Comenta: José Antonio


En tiempos pretéritos del Golfa, Manuel tuvo a bien traernos una pequeña peli independiente norteamericana con estrellas de renombre en su cartel. Hablamos de "Two Lovers" dirigida por James Gray y con Joaquín Phoenix y Gwyneth Paltrow como protagonistas. Gray, que hasta ahora frecuentaba más el género de cine negro, nos ofrece una peli romántica y de superación personal. Dicen que está inspirado en la novela Noches Blancas de Dostoiesvsky pero, leyendo el argumento del libro, me parece a mi que es una versión bastante libre.


jueves, 31 de octubre de 2013

De maristón a maristón

Propone: Iván
Comenta: Rubén


Yo también fui “maristón”. O lo sigo siendo porque no sé si esto caduca en algún momento. Un”maristón” es el apelativo, supongo que cariñoso, por el cual se conoce a las personas que estudian o han estudiado en algún colegio de los Hermanos Maristas. Así que cuando Iván trajo al cineclub Saint Ralph me hizo recordar mis ocho años de la extinta E.G.B. compartida entre la Avenida del General Mola (sí, en aquellos remotos años de una existencia sin móvil se llamaba así) y la de la Isla de Corfú, que jamás se llamó del Beato Marcelino Champagnat muy a pesar de los pseudocuras recién mudados.


martes, 29 de octubre de 2013

Tenemos que hablar de Ripley

Propone: Víctor
Comenta: José Antonio


Hoy nos toca hablar de otro psicópata, ¿o éste no lo es tanto? ¿Lo quisieron suficientemente sus padres?, ¿tiene sentimientos o lo suyo sólo es falta de restricciones absoluta para conseguir lo que quiere? Estamos hablando de Tom Ripley, un personaje nacido de la pluma de Patricia Highsmith y que ya lleva acumuladas varias adaptaciones a la gran pantalla. Como cada una de ellas no ha tenido en cuenta las anteriores, nadie se daría cuenta de que nos encontramos ante una saga. Ni los actores que lo han interpretado han sido los mismos, ni tampoco los directores. Así cada uno nos ha ofrecido una versión totalmente distinta del personaje.


viernes, 27 de septiembre de 2013

Poco antes del fin

Propone: Altea
Comenta: Víctor



Con "Melancholia" Von Trier temía haber realizado una película "demasiado bonita", y personalmente creo que sus temores están justificados. Hay ciertas creaciones que parecen desarrollarse a partir de un presupuesto argumental, una premisa narrativa, que ya de entrada reclama nuestra aprobación "per se". Pienso ahora en "La carretera" (el libro), de McCormick: un padre y su hijo, después de la catástrofe bélica, nuclear, deambulan entre el miedo y la desesperanza por una carretera, con lo frío, lo gris y lo ceniciento apareciendo literalmente página sí, página no. No siempre esta premisa acaba por justificarlo todo.


miércoles, 25 de septiembre de 2013

La nueva "comedia" madrileña

Propone: Nando
Comenta: José Antonio


El mundo al revés. Así es como define el director Fernando Colomo su película “¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste?”, que trajo Nando a nuestro Cineclub y que hoy comentamos. Según cuenta Colomo, la idea le vino leyendo un cómic de Mandrake el mago en el que se encontraba en una realidad donde todo estaba al revés. Los policías eran los malos y los pandilleros los héroes. Una situación muy similar en la que, según él, parecía encontrarse España durante los primeros tiempos de la transición. Ya estábamos en una democracia, pero todavía el viejo sistema franquista seguía manejando las teclas del poder. Una situación en la que se veía por todos lados la decadencia y la corrupción de los valores tradicionales, mientras que quienes hasta ahora eran considerados como golfos y gamberros tenían una ética y unos principios de la que el otro grupo podría aprender mucho. Y éste es el trasfondo que subyace por debajo de la cinta de Colomo rodada en 1978.


viernes, 13 de septiembre de 2013

Terror indignado

Propone: Julián
Comenta: José Antonio



“Arrástrame al infierno” fue la última propuesta de Julián para nuestro Cineclub. Una obra que supone el regreso del director norteamericano San Raimi a sus orígenes: el terror y el humor gamberro, de los que su máximo exponente es la trilogía “Posesión infernal”. Uno de los aspectos más destacables de esta película es su total falta de pretensiones. Simplemente es una especie de autohomenaje a las primeras obras del director, con un marcado espíritu de serie B y realizada en medio de otras superproducciones de Raimi como “Spiderman 3” y “Oz”.


lunes, 9 de septiembre de 2013

Receta de cine

Propone: David
Comenta: Rubén 



Una buena comida despierta innumerables sensaciones, no sólo gástricas. Un buen plato, una buena receta incita pasiones nunca conocidas y evoca gratos hechos pasados, ya Marcel Proust asoció el sabor de las magdalenas con los recuerdos, y el placer de la comida es un placer más. La Iglesia, siendo muy consciente de esto calificó la gula como uno de los siete pecados capitales para evitar que la gente disfrutase con la comida, siempre oponiéndose al deseo. Leí hace tiempo que el ser humano es la única especie que ha hecho de dos necesidades básicas: la comida y la reproducción, sendos placeres. Bien, veamos una de esas recetas que trajo una buena película y que acabó creando hasta un grupo en facebook, amén de una quedada para el dulce yantar.


viernes, 23 de agosto de 2013

Kevin en la era del whatsapp

Propone: Virginia
Comenta: José Antonio




Queridos seguidores del Golfa. Tenemos que hablar. Y además tenemos que hablar muy seriamente. ¿Qué de qué? Pues de Kevin, ¿de qué va a ser? La última aportación de Virginia al Cineclub y una de las que ha generado los debates más intensos que se recuerdan en mucho tiempo. Dada la intensidad de estos debates, creo que por eso lo mejor es que la comentéis vosotros. Pero lo mejor de todo es que ya lo habéis hecho. Aquí recopilo una muestra de lo que las discusiones entre nosotros dieron de sí. El que se continúe hablando de ello, dependerá de vosotros.


viernes, 16 de agosto de 2013

Ejecuta con una sonrisa

Propone: Amalia
Comenta: José Antonio


Falsos culpables que acaban en la silla eléctrica. Individuos que cometieron un error y son pasto de la silla eléctrica. Incluso personajes que han cometido los crímenes más execrables y son malas personas pero de los que acabamos compadeciéndonos un poco cuando descubrimos que tienen su corazoncito y son entregados al verdugo. El cine ha tratado de muchas maneras el espinoso tema de la pena de muerte, pero seguramente nunca de una manera tan original como lo abordó Berlanga en “El verdugo”. Una propuesta de Amalia para nuestro cinegolfa y una de las obras maestras del cine español de todos los tiempos.


martes, 16 de julio de 2013

Tierras de penumbra, Richard Attemborough, 1993

Propone: José Antonio
Comenta: Esther

La primera vez que vi Tierras de Penumbra era el verano de 1994, cerraba un curso académico en el que, junto a Azul de Kieslowski y El Piano de Jane Campion, el cine me había regalado las tres películas que con mayor intensidad han grabado mi vida, descubriendo en él a uno de mis mejores compañeros de viaje desde entonces.

Para mí, ésta es una historia de las grandes, como las epopeyas griegas o los cuentos tradicionales, de esas que narran el desenlace de una vida sincera de la que todos podemos nutrirnos, profundizando en la crisis y resolviendo en su sublimación. De esas historias que me apasionan…

Se trata de la vida de C. S. Lewis, conocido autor de Las Crónicas de Narnia y tantas otras grandes obras más, como sus ensayos sobre el amor  (The Allegory of love), el dolor (The problema of pain) y sus poemas. El filme, de hecho, está basado en la novela autobiográfica Una pena en observación, escrita por el mismo Lewis tras la muerte de su esposa. El mérito de Attemborough es el de haber conectado íntimamente con la obra y haberla traducido audiovisualmente de manera impecable, dirigiendo la que es para mí su mejor película.


Jack es un hombre de vida controlable, de retos controlables. Ha pasado toda su vida confeccionándosela, desde que la muerte le hiciera su primer respingo en la niñez. Su burbuja es la vida académica en la burbuja académica de Oxford, es la exuberante ficción de sus relatos, es su religiosidad[i], su soltería mantenida hasta casi el final de su vida, es el Jack que juega al divo en sus locuciones y conferencias y a competir con sus colegas. Pero bajo esta protección tan cuidadosamente tramada, se escondía el germen de lo imponderable. Clive Staples Lewis (que adoptó a los cuatro años el nombre de Jack tras la muerte de su perro Jacksie), tuvo que experimentar la enfermedad y muerte de cáncer de su madre cuando solo tenía nueve años, coincidiendo con su ingreso en la siniestra Wynyard School cuyo rector acabaría internado en un psiquiátrico. Su pena, mal acompañada entonces, conformaría el trauma que acabaría dirigiendo la vida del irlandés y llevaría al adolescente Jack, nacido en una católica familia, a renegar en un primer momento de la religión y profundizar en creencias denostadas por la fe cristiana: ocultismo, mitología, astrología, simbología medieval…

Efectivamente, a lo largo de la vida de C. S. Lewis, tuvieron lugar a la vez, la necesidad de llegar a las más ocultas profundidades del alma y la protección o fantasme[ii] que le llevaron a huir de la realidad, del sentimiento que lo conecta con la vida, una y otra vez.

Aquel germen no eclosionaría hasta la aparición en escena de la mariposa Joy Gresham. Joy la americana extemporánea[iii], la comunista y atea, la poeta con dos hijos, divorciada de un marido alcohólico y promiscuo. Una mariposa convulsa que llega allende los mares a encontrarse con su gran admirador, con la impronta de la muerte tatuada en sus alas. Hombre-flor, mujer-insecto polinizador que vendrá a inocular la transformación[iv] del solterón teólogo Jack. Hombre-flor de vida estable y rutinaria y mujer-mariposa convulsa que busca su paz y, a la vez, hace estallar su burbuja[v]. Para Jack, amor y muerte tendrán que darse unidos de nuevo, cerrando el círculo vital originado. Pocos se exponen a tanto, a volver de nuevo a aquello que provocó la pena. La mariposa Joy enfermó de cáncer como la madre de Jack al poco de estar juntos. Mejorará tras su boda, en un alarde milagroso calificado por Jack, pero acabaría sucumbiendo cuatro años más tarde.


Tras la muerte de su esposa, llegaría la gran crisis de fe, el reencuentro con el sentido pleno de su vida reflejado en el libro que da origen a esta película, firmado bajo pseudónimo y llegaría también su enfermedad de corazón de la que moriría dos años más tarde.

Esta es la historia de una persona honesta que luchó por dejarnos su mejor yo. Un retrato o impronta que nos conecta con la vulnerabilidad, ese aspecto del alma humana que nuestra sociedad de progreso ha ahogado hasta llenar de suicidios conscientes o inconscientes cada uno de los hogares de este pretencioso mundo del artificio. Porque ¿cuántos estamos dispuestos a morir a nosotros mismos para hacer con nuestro camino un mundo mejor? ¿Cuántos a conectar con aquello que nos hace más vulnerables y nos permite la conexión real con la vida? C.S Lewis, con su vida y su obra, dejó el legado de esa aventura, la Odisea de una vida con final de vuelta al hogar, al corazón. Y le estoy inmensamente agradecida.


los auténticos Jack y Joy

Amar del todo es ser vulnerable. Ama cualquier cosa y tu corazón seguramente será estrujado y posiblemente roto. Si quieres asegurarte de mantenerlo intacto, no debes darle tu corazón a nadie, ni a un animal… Cúbrelo cuidadosamente con pasatiempos y pequeños lujos; evita cualquier enredo; guárdalo bajo llave en el ataúd o féretro de tu egoísmo. Pero en ese féretro –seguro, oscuro, sin movimiento, sin aire- cambiará; se volverá irrompible, impenetrable, irredimible… El único lugar, a parte del cielo, donde puedes estar perfectamente seguro contra todos los peligros del amor, es el infierno.

C.S. Lewis

                       





[i] C.S Lewis es considerado uno de los más importantes apologistas cristianos del siglo XX.
[ii] Fantasía o burbuja; término freudiano que alude a la actitud escapista frente al dolor.
[iii] Niña prodigio en su infancia, trabajó como guionista para la Metro Goldwyn Mayer  y fue una crítica de cine despiadada en los 40.
[iv] El ladrón de orquídeas, 2002
[v] Notting Hill, 1999; Safe Heaven, 2013…

viernes, 28 de junio de 2013

La maldición del Golfa

Propone: Pedro
Comenta: José Antonio




Hay certámenes que nacen con una leyenda negra después de que se diera la fatal casualidad de que se murieran todas aquellas estrellas a las que rendían homenaje. Durante un tiempo pasó con el Festival de San Sebastián. Artista que homenajeaba, artista que la palmaba. Luego, aunque somos mucho más modestos, nos pasó a nosotros, a nuestro Cineclub Golfa. Pusimos una de Fellini y se murió Fellini; pusimos a Bergman y también la palmó. Todo esto viene al hilo de que hace poco se murió uno de los mitos del cine español y resultó que no habíamos puesto nada de ella. Pero eso da igual. La sombra de la maldición es alargada. Muchos de los seguidores de nuestro Cineclub habían coincidido varios años con la diva en el tradicional viaje que cada año hacen a la Isla de Tabarca. Así que estaba marcada y así es como llegamos al homenaje que Pedro quiso rendir al mito del género castizo español. Hablamos de Sara Montiel y "El último cuplé".


lunes, 13 de mayo de 2013

Pecados sin castigo

Propone: Manuel
Comenta: José Antonio

Hace tiempo que tenía pensado escribir un cometario doble de las películas que teníamos pendientes de Woody Allen en el blog: “Conocerás al hombre de tus sueños” y “Delitos y faltas”. Sin embargo, a la hora de empezar a pensar qué decir, me di cuenta de que eran películas totalmente distintas y que comentarlas conjuntamente era un poco forzado. Digo esto para echar abajo el tópico de que Allen siempre hace la misma peli. El caso es que se me adelantaron y comentaron una de las dos. Como “Conocerás al hombre de tus sueños” ya está “comentada”, hablaré de “Delitos y faltas” que nos trajo Manu. 

En realidad, “Delitos y faltas” se parece más a “Match Point”, algo en lo que muchos caímos el día de la proyección, aunque tienen sus diferencias. Estas dos películas tienen en común que sus protagonistas cometen un asesinato para tratar de esconder un romance clandestino. Mientras que “Match Point” se enmarca en la etapa llamémosla londinense de Allen, “Delitos y faltas” pertenece a los años en los que el director neoyorkino quería ser Ingmar Bergman. En los 80 la obra de Woody Allen era un poco más seria, bailando entre la comedia y el drama. A mediados de los 90, casi diría yo tras divorciarse de Mia Farrow, Allen volvió a la comedia en estado puro y empezó otra etapa dorada de su filmografía. Pero eso es otra historia. Mientras “Match Point” está más cercana al cine negro y a Alfred Hitchcock, “Delitos y faltas” es toda una reflexión filosófica sobre la culpa y la existencia de Dios. En ella se nos cuenta la historia de dos personajes interpretados por Martin Landau y por Woody Allen. En el caso del primero se nos habla de los delitos y de las faltas en el del segundo.

Woody Allen encarna a un director de documentales del montón que deberá hacer uno sobre la figura de su cuñado, un famoso productor de culebrones a quien odia porque en el fondo le envidia. Para colmo los dos se enamoran de la misma mujer, a pesar de que Allen ya está casado. Intentando no destripar demasiado el argumento, diré que al final Allen será despedido y relegado profesionalmente tras hacer un reportaje que ridiculiza a su cuñado. Su esposa le deja y, encima, la mujer de la que se había enamorado acaba con su cuñado, el mismo al que detestaba y que le ha relegado al ostracismo. 

El personaje que interpreta Martin Landau es un reputado oftalmólogo, buen padre de familia y que goza de una buena posición social. Un día se enfrenta a la decisión de encargar el asesinato de su amante que amenaza con contar todo a su esposa. Vencidas las dudas morales, ejecuta el plan. Tras los remordimientos iniciales, acaba dándose cuenta de que nadie le descubrirá nunca y que ningún Dios justiciera bajará del cielo para castigarle por su crimen.

Los dos personajes terminan de forma muy distinta, a pesar de que lo que ha hecho uno es muchísimo más grave que lo del otro. No hay dioses que nos premien por hacer el bien y nos castiguen por hacer el mal, ni un castigo proporcional a nuestros pecados. Ante la falta de dios, sólo una actitud moral y ética ante la vida es lo único que podemos hacer para evitar el caos. Como dicen en uno de los diálogos (la frase no es textual), somos la suma de nuestras decisiones y en función de las que adoptemos nuestra vida irá por un camino u otro. No todas tienen que ser buenas o malas, necesariamente. Unas compensan a las otras y lo que contará será la suma de todas las decisiones al final de nuestra vida. Ésta es la conclusión a las que nos lleva el director sin ningún tipo de lecciones morales y encima arrancándonos alguna carcajada de vez en cuando. Toda una reflexión metafísica sobre el bien y el mal y si nuestras acciones tienen castigos o recompensas. Pero mejor verlo en el vídeo que adjunto, que incluye una de las escenas finales de la película en un diálogo que lo explica todo. Eso es todo amigos.

miércoles, 3 de abril de 2013

Polémica golfa. Hoy: Vértigo, de entre los muertos



Después de un paréntesis bloguero, retomamos la publicación con un doble comentario a cargo de Víctor y Juli, para que os quitéis el mono de golpe, de la inmortal cinta de Hitchcock, que propuso en su día José Antonio ¡Que disfrutéis! 


VÉRTIGO
Comenta: Víctor


Cuando pensé en comentar "Vértigo" se me ocurrió que contaba con una ventaja: se ha escrito tanto sobre la película que uno no necesita presentarla, se puede entrar directamente al trapo de lo que uno quiera comentar. Poner esto de manifiesto parece una buena manera de empezar el comentario, pero ni siquiera es original tampoco: para mi desilusión, resulta que hay al menos una reseña que empieza exactamente así, como esta mía (y como dicha reseña es anterior, esto me convierte en un plagiario --aunque con escasa repercusión y sin ánimo de lucro).

La película no siempre ha obtenido el reconocimiento universal que ahora se le prodiga. Fue un fracaso en su estreno, del que Hitchcock culpó a James Steward por tratarse de un actor demasiado mayor para el papel: Scottie en la novela "D'entre les morts" es un treintañero. Por añadidura, la película no entró en la famosa lista de las "diez mejores" de "Sight & Sound" hasta veincuatro años después de su estreno, y sólo en el 2012 se ha aupado hasta su primer lugar. Parece que en esto del arte las modas, y no los criterios estéticos que nunca pueden ser "objetivos", son las que marcan la pauta.

 
Una anécdota que no sé si será cierta tiene como protagonista a García Márquez: puede decirse que "Vértigo" son en realidad dos películas, la primera se extendería hasta la confesión que hace la voz en off de Madeleine, y otra a partir de entonces en la que el foco se ha desplazado. Cuentan que después de ese momento de revelación, García Márquez se levantó y se fue. Allí acababa todo, la nueva película ya no tenía interés para él. Pero a lo mejor se precipitó: como observa Zizek, he aquí el verdadero genio de Hitchcock, él toma historias como éstas y cuando la historia, siguiendo las reglas narrativas comunes, debería terminar, las cosas continúan.

Hay una extraña lentitud en su rodaje, en su montaje, en su desarrollo en conjunto: es patente en las escenas de la persecución o seguimiento por las calles de San Francisco --que son con las que yo "me quedaría" de la película. Esta lentitud es bastante notoria: Truffaut la contrapone al ritmo de otras películas de Hitchcock, y cuando se le hacía notar esto al propio maestro, no sólo lo admitía como algo deliberado sino que destacaba también su necesidad: porque "contamos la historia desde el punto de vista de un hombre que es un emotivo". En este contexto, parece que alguna de las escenas no se pueda rodar mejor (en la galería de arte, por ejemplo); otras son sobradamente conocidas (en la tienda de flores, por poner otro ejemplo: la mirada como objeto).

Los símbolos, los guiños, proliferan por todas partes (en un primer visionado a mí por lo menos se me escaparon la inmensa mayoría) y forman parte de la riqueza de la película. Por ejemplo, las divertidas alusiones a la sexualidad de Scottie --sufre de impotencia en la novela-- que no sabe qué hacer con el bastón en compañia de Midge y experimenta un ataque de vértigo por sólo subir a un escabel con dibujos de mujeres. El juego y el misterio son los mimbres de esta película.

Y cómo no, también han proliferado las interpretaciones psicoanalíticas, que no me parecen nada esotéricas en este caso. Al fin y al cabo, ¿qué mujer busca Scottie? ¿Judy o Madeleine? ¿Es real o sólo una fantasmagoría "más real (para Scottie) que la propia realidad"? El objeto del deseo nunca puede poseerse (anecdóticamente, este objeto iba a ser Sara Miles, pero ella quedó embarazada y Kim Novak --hoy cuesta imaginar otra Madeleine-- ocupó su lugar). Vemos como, con enorme sutileza cinematográfica, mientras Scottie abraza apasionadamente a Judy transformada en Madeleine, por un breve momento él se aparta como agobiado por alguna duda: el objeto que deseo (Judy-Madeleine), es diferente del objeto que causa mi deseo, de aquello que me hace desearla y de lo que no soy consciente. Scottie quiere estar seguro de que lo que le hace desearla está todavía allí, y es por supuesto el vacío del vértigo. En cierta concepción psicoanalítica de la melancolía hay algo de esto. La paradoja de la melancolía es que todavía tienes a tu pareja pero te comportas como si la hubieras perdido. Podemos conceptualizarla mediante la distinción de Lacan, tienes el objeto pero pierdes el fantasma, pierdes lo que te hace desear ese objeto. Son insondables los caminos de la neurosis.

El final de la película fue también causa de dudas para Hitchcock: en un primer momento, pensó en mostrar a Scottie, después de la muerte (definitiva) de Madeleine, en estado casi catatónico y al cuidado de Midge; más tarde decidió concluir en el campanario. Sus razones tuvo, sin duda.

Como colofón, diré que mi propia emotividad ha tardado mucho tiempo en dejarse seducir por esta película. ¿Las resistencias son expresión de deseo? Da un poco de vértigo --y perdón por la conclusión facilona-- pensar en estas cosas.






¡CUIDAO, QUE SI TE CAES, TE ESLOMAS!
 Comenta: Juli


La leyenda de Hitchcock se fundamenta con obras como esta y con protagonistas como este, aunque estemos más acostumbrados a oír hablar de las “mujeres de Hitchcock”. No en vano, James Stewart colaboró con don Alfred en 4 películas: La soga, El hombre que sabía demasiado, La ventana indiscreta y la que nos ocupa, Vértigo.


El vértigo es un trastorno del sentido del equilibrio caracterizado por una sensación de movimiento rotatorio del cuerpo o de los objetos que lo rodean. Familiarmente este término se utiliza para describir el miedo a las alturas. Es lo que le pasa a nuestro protagonista: a consecuencia de un trauma psicológico desarrolla este vértigo, lo que le lleva a una baja laboral en su trabajo de policía y a una existencia anodina, cuyos mayores divertimentos consisten en sus visitas a una pintora amiga suya (sí, de esas de “solo te quiero como amiga”, aunque ella esté enamorada de él) interpretada por Barbara Bel Geddes.



Pero el destino le aguarda una sorpresa a nuestro Jimmy, en forma de la visita de un antiguo amigo que le pide que investigue a su mujer, una espectacular y bellísima Kim Novak. La película combina a la perfección momentos trepidantes con otros que invitan a la reflexión y el sosiego, escenas memorables y vistas espectaculares del San Francisco de los años 50.




El retrato psicológico de los personajes y la atmósfera que consigue el Mago del Suspense se ve reforzada con la banda sonora de Bernard Herrmann y la fotografía con abundancia de tonos verdosos y rojizos de Robert Burks. Rompe la dicotomía entre el amor y la muerte, al mezclarlos en la mitificación que recrea el protagonista del personaje que interpreta Kim Novak.
 

En resumen, y recurriendo a un símil gastronómico, estaríamos hablando de un jamón de bellota 5Js, y no digo caviar porque es mucho más esnob y los que no estamos acostumbrados a este manjar podemos confundirlo fácilmente con huevas de lumpo.