martes, 6 de marzo de 2012

La realidad y el deseo

Propone: Esther
Comenta: Víctor



La “Guía del cine para perversos” constituye un ciclo documental en tres partes, muy bien dirigido por Sophie Fiennes, que el filósofo y psicoanalista lacaniano Slavoj Žižek dedica al cine. Para ilustrar sus tesis utiliza secuencias de más de treinta películas, y una de las grandes virtudes de esta “Guía” es el acierto en su elección. Además, Fiennes rueda a menudo las intervenciones de Žižek en los escenarios originales de éstas –o al menos en réplicas–, creando la ilusión de desmontar la ilusión que justo un momento antes se ha creado. Todo ello, con el añadido del entusiasmo y la entrega de Žižek, consigue mantener nuestra atención y que sus preguntas por la experiencia cinemato¬grá-fica encuentren eco en nosotros –a pesar de que en el cine club asistimos a la proyección consecutiva de las tres partes, hasta un metraje de dos horas y veinte minutos. Sí se echa en falta, no obstante, una puntuación, una ordenación más sistemática de su discurso, que termina resultando un poco fragmentario.


¿Y qué trata de mostrar, de enseñar Žižek? Comienza de manera impecable, poniendo en cuestión la naturaleza misma de nuestro deseo. No hay nada de espontáneo, de natural, de inmediato en el deseo humano. No queremos simplemente lo que tenemos eventualmente ante los ojos aquí y ahora –que a veces es una pantalla iluminada–, ni la simple satisfacción del instinto. La esencia del cine, afirma, está en enseñarnos qué desear, incluso cómo desear. Muestra en primer lugar “Possesed”, película de 1.931, para ilustrar cómo algo que está en la realidad (las ventanillas de un tren) deviene pantalla de cine para una chica provinciana que lo ve pasar. Todo lo que ocurre dentro del tren pierde su realidad para devenir pantalla, materia y soporte de las fantasías y sueños de ella. Y a continuación, sin solución de continuidad, asistimos a “Matrix” y sus píldoras de la lucidez o el olvido. Pero “Matrix” no deja de ser una ficción; la elección no es entre ilusión y realidad, necesitaríamos una tercera píldora, para ver no ya la realidad que estaría “detrás”, moviendo los hilos oculta por la ilusión, sino la realidad que se da en la propia experiencia de la ilusión.


¿Y la tercera píldora?

¿Y cuál es la naturaleza misma de la realidad? Según Žižek hay que encontrarla en lo que Lacan denominaba “el orden simbólico”. No es sólo nuestra posición, es nuestro mismo ser lo que está en juego. “Me llamo fulanito de tal”, “Soy médico”, “Es el hijo de X.”, todo ello media entre nosotros y la realidad, o mejor, todo ello constituye la que es nuestra realidad en tanto que humanos. Incluso en lo más cotidiano (“Tengo que entrar a trabajar a las nueve”, ni antes ni después) irrumpe lo simbólico a partir de relojes y horarios. ¿Y qué más real que eso en nuestra experiencia cotidiana? Como dice también Lacan, no sólo esta loco el que dice ser rey sin serlo; está más loco el rey que cree que lo es, porque el hecho que lo sea depende enteramente de que otros convengan en ese reconocimiento en el orden simbólico. Nada, por lo demás, lo distingue del común de los mortales.

Así estamos en “la realidad”. ¿Para qué entonces la ficción, lo imaginario, los sueños? ¿Sólo para “evadir” esa realidad que hace obstáculo, que resiste a nuestros deseos? En modo alguno; antes al contrario, Žižek afirma que el retorno a la realidad “sólida” representa un refugio ante eso subversivo, irracional, a veces monstruoso que irrumpe en nuestros sueños como irrumpe en la acción Harpo Marx. De todo ello, de nuevo Lacan, uno “no quiere saber nada”. Hay que transformar en ficción, en imaginario, en cine, todo aquello que es demasiado traumático, violento, hasta el punto que amenaza con hacer pedazos nuestra realidad. En “Vértigo”, el neurótico Scottie no se atreve a mirar directamente a Madeleine en el restaurante: «Es como si lo que ve fuera el contenido de sus sueños, lo cual es más real, en cierta forma, que la realidad de la mujer que camina a sus espaldas».

Scottie y sus neuras

La segunda parte está dedicada en parte a la “cuestión freudiana”. Otros dos ejemplos, asimismo extraídos de la filmografía de Hitchcock, son clásicos de la interpretación psicoanalítica: “Psicosis” le sirve a Žižek para ilustrar la metapsicología freudiana de yo-superyó-ello —transpuesta a las tres plantas de la casa de Norman Bates— de forma convincente. Žižek también recurre a la no menos clásica interpreta¬ción de “Los pájaros” como metáfora o símbolo de una energía incestuosa que irrumpe para prohibir, para desbaratar, la aventura amorosa de Mitch Brenner. También volverá a remitirse a “Vértigo”, para ilustrar el abismo de la profundidad del otro.

Y así Žižek va proponiendo, a partir de obras de Lynch, Tarkovski, Bergman, Chaplin, Kieslowski, etc., diversas ilustraciones al vuelo de lo problemático de nuestra vivencia de la realidad (a menudo a base de interpretaciones psicoanalíticas como las anteriores). Por ejemplo, la naturaleza, las flores, el suelo, ya no son algo plácido: al contrario, las flores son primordialmente obscenas, el suelo y su vida secreta expresan un caos primordial, como lo que queda detrás del retrete que es reprimido, empujado al olvido. Se ocupa también de la dimensiones obscena y traumática de la voz (“El exorcista”, “El gran dictador”). En otro momento incide en otra inversión de las creencias que mantenemos habitual¬mente en nuestra actitud natural, la inmortalidad vs. la muerte. No es lo temible la muerte, lo temible sería la inmortalidad. También lo dijo Lacan, no hay que olvidar que Žižek se declara lacaniano casi militante:



En la tercera parte, “Cine y el arte de las apariencias”, muestra como la realidad, incluso cuando es horrible y despiadada, puede devenir caricatura (las víctimas de los juicios del Stalin aficionado a los musicales equiparadas a personajes de dibujos animados, “Pluto’s judgement day”); o puede incluso descomponerse materialmente (“Stalker”), lo que en Tarkovski da origen a una experiencia espiritual que en lugar de mirar al cielo mira al suelo.

Zizek entendiendo a David Lynch

¿Entonces, siempre permanecemos en la impostura? Como escribe T.S. Eliot, “La naturaleza humana no puede soportar demasiada realidad”. Si necesitamos una tercera píldora, no es porque nos tomemos demasiado en serio las ficciones, es porque no nos las tomamos suficientemente en serio, dice para ir concluyendo, después de la lección sobre el amor de “Luces de la ciudad”. Para entender el mundo de hoy necesitamos el cine, literalmente. ¿Quieres encontrar algo más real que la propia realidad (y en esto consiste el deseo de los neuróticos, pero también quizás la política)? Busca en la ficción cinematográfica.

Aviso a navegantes: esta “Guía” merece ser consultada.