martes, 31 de enero de 2012

Inventando Utopías

Propone: Esther
Comenta: José Antonio


Imagina un mundo en el que se ha acabado la pobreza, los conflictos bélicos y se han dado por superadas la xenofobia o la discriminación en función del sexo. El trabajo ya no es un medio para acumular riqueza porque el dinero no existe y su finalidad es mejorarnos como personas. A todos (o a casi todos, o quizá solo a algunos) nos gusta imaginarnos utopías, nuestros mundos perfectos. Dada la película que toca en el comentario, muchos pensarán que estoy hablando de Basilio Martín Patino y su "Paraísos", que Esther nos trajo a nuestro Cineclub. En realidad estaba hablando del ideario político de "Star Trek" (si algunos meten sin venir a cuento el mito de la caverna a ver por qué no voy a poder hablar yo de Star Trek), pero imagino que Basilio Martín Patino también sueña con un mundo así. Pero mientras que Star Trek busca esos referentes en el futuro, la mirada del veterano director mira hacia el pasado. Proyectos de sociedades y comunas perfectas que lograron una armonía social.

"Paraísos" forma parte de una serie de televisión de 1996 de siete episodios titulada "Andalucía un siglo de fascinación". Siete falsos documentales (sí, otra vez estamos ante un falso documental) para hablar de las esencias de Andalucía: el flamenco, la copla, la mujer andaluza, el campesinado, etc. En "Paraísos", la organización de unas jornadas sobre la utopía y las primeras comunidades socialistas sirve de base para presentarnos unos proyectos imaginarios donde supuestamente se logró la armonía social: el falansterio de Tempul (Los falansterios son comunidades rurales autosuficientes, que serían la base de la transformación social. Copiado de mi Wikipedia); el Humanisferio y el monasterio de Cuervo. Las entrevistas, los datos históricos, la aparición de planos dan la sensación de que estamos ante proyectos reales que una vez existieron. Incluso una de las protagonistas se pasean por las ruinas de uno de estas utópicas comunidades. Sin embargo, el director a lo largo del metraje nos va dando pequeñas pistas que nos van permitiendo ver que estamos ante una obra de ficción, algo que queda más patente a medida que se acerca el final. Uno de los organizadores del congreso es dueño de un peculiar gimnasio; en mitad del documental en el que todos han estado hablando del socialismo hasta las orjas van a despedir como una familia feliz a una de sus compañeras que les despide sonriente desde su yate privado; ese anciano que rememora una de estas comunidades utópicas mientras es asistido con una mascarillas de oxígeno; incluso al final, cuando todos deciden poner en marcha su propia comunidad utópica aarecen planos de las obras en las que uno trabajo mientras los otros miran.

Según leo, la serie fue todo un gol por la escuadra a los directivos de Canal Sur cuando encargaron a este director salmantino una serie de documentales sobre Andalucía. Martín Patino es uno de los directores más peculiares del panorama cinematográfico español, que con el género del documental siempre se ha sentido como pez en el agua, aunque no tenga que ser real lo que se cuente en ellos.Uno de los pocos rebledes que nos van quedando y que, alcnazada ya una edad, ha descubierto que puede hacer lo que le da la gana.

Como imagino que el índice de comentarios será tan masivo como la audiencia de estos documentales, para animar el debate planteo la siguiente pregunta (aunque el que escriba podrá hablar de lo que quiera): A lo largo de nuestras sesiones de Cineclub ¿hemos tenidos más utopías o distopías? Yo diría que lo segundo.

P. D.. Ante la ausencia de imágenes para ilustrar el comentario, incluyo unos vídeos para conocerle un poquito mejor. El primero es el arranque de una de las películas más conocidas del director: Canciones para después de una guerra; el segundo es una entrevista con él; y el tercero es un fragmento de otro capítulo de la serie de la que forma parte Paraísos, éste capítulo es Casas Viejas.









lunes, 23 de enero de 2012

El eterno provocador

Propone: Nando
Comenta: José Antonio


Sacha Baron Cohen, el eterno provocador. El hombre de las mil caras.Lleva unos cuantos años en danza haciendo la misma película, aunque cambiando el personaje principal, y siempre alborotando al personal. Hace poco Nando nos traía a nuestro Cineclub el título que le ha convertido en un éxito mundial: Borat. Un reportero de Kazajistán que se va a conocer las Américas. Y es que la figura de Sacha Baron Cohen es sin duda controvertida. Sus detractores lo califican de soez y sus incondicionales defienden que bajo esa apariencia de vulgaridad se esconde una de las críticas más mordaces a la sociedad contemporánea. Algunos añadirían a la sociedad yanki.



La fórmula de sus películas es la del falso documental, ¿o tal vez es como "El objetivo indiscreto?", ¿o es un "Inocente, inocente" a lo bestia? Cohen interpreta a unos personajes que son una auténtica caricatura. Cuando se junta con sus entrevistados, les coloca un espejo desde el que espera sacar de su personaje ese racismo que lleva oculto, o su homofobia o simplemente desquiciarle y sacarle de sus casillas. Cohen ha encarnado al rapero Ali G, al reportero de Kazajistán Borat y al reportero austriaco y homosexual especializado en moda Bruno. Los tres son personajes que ya interpretaba en su programa de televisión y que han ido dando el salto a la gran pantalla. Ahora prepara una nueva película en la que encarna a un dictador de un país árabe, de apariencia muy similar a la del ya fallecido Gadafi.


Los miembros del club de fans del tea party son el blanco de sus focos, pero lo cierto es que Sacha Baron Cohen tiene para todos. Igual se está burlando del himno americano en medio de un festival de rodeos lleno de típicos cowboys, como está contando a un grupo de feministas radicales lo buena que está Pamela Anderson, o enseñando fotos de su hijo de 16 años a unas amas de casa (el chiquito está desnudo y en las fotos aparecen primerísimos planos de su pene), o bien contando en un plató de televisión con público mayoritariamente afroamericano cómo consiguió adoptar un negrito en África a cambio de un iPod (pero esto es de otra peli) o acudiendo a unos clérigos que dicen poder curar la homosexualidad. Si hay algo que te indigne y Borat sabe qué es lo que es, allí estará para provocarte. Con su traje gris, su enorme mostacho y su sonrisa de oreja a oreja. Y a cada escena va más allá y realmente se juega el tipo, sin qué sepas si realmente lo que ves es real o se trata de una interpretación. Burlar a los seguratas de los famosos, pasearte como Bruno en medio de una manifestación contra la homosexualidad, decir lo sucia que es la barba de Bin Laden a un jefe de Al Qaeda. La verdad es que se juega el tipo.


Cuando se estrenó Borat, el colectivo judío protestaba y decía que era una película antisemita y racista. Sacha Baron Cohen salió dando la réplica caracterizado como Borat. No se molestó en recordar que su abuelo fue un superviviente del holocausto. Con su gran mostacho y su peculiar acento dijo: "Quiero declarar oficialmente que no me une ningún vínculo al señor Cohen y que apoyo plenamente a mi país, Kazajistán, en su decisión de demandar a ese judío". Y es que en Kazajistán tampoco sentó muy bien la imagen que daban del país. Sacha Baron Cohen guarda un mutismo total sobre su vida privada y se escuda en sus personajes para evitar dar cualquier tipo de respuesta a quién es, cómo es, o cómo piensa.

La principal pega que le veo a sus películas es que el formato tiene su gracia en la televisión. Para el cine trata de coger todo ese montón de gags y los ordena pretendiendo darles una coherencia argumental, lo que hace que a veces la historia que te cuentan no tenga ni pies ni cabeza. Mientras, el público debatirá si esto se trata de arte o es una sucesición de cihstes soeces. Y mientras la gente debate apasionadamente, Cohen pondría una cámara, lo grabaría y seguramente se partiría de risa.

miércoles, 18 de enero de 2012

Diente de perro

Propone: José Antonio
Comenta: Rubén


-Imagina –dijo Sócrates- un chalé provisto de una alta tapia, y unos niños que están en él desde que nacieron, encarcelados en esa prisión de oro; detrás de ellos, sus padres que son como la luz de un fuego que arde algo lejos y en plano superior, y entre los padres y los niños, una vida aparentemente normal.

- Ya lo veo-dijo Glaucón.


- Pues bien, ahora ve que, a lo largo de esa vida normal, los padres han transformado la realidad cambiando los nombres de los objetos, cuya naturaleza les ha sido negada a los niños y que éstos sólo conocen aquello que sus padres quieren y de la forma que quieren.

- ¡Qué extraña escena describes –dijo Glaucón- y qué extraños prisioneros! ¡Niños sin ir al colegio!

- Iguales que nosotros -dijo Sócrates-, porque en primer lugar, ¿crees que los chavales han visto otra cosa de sí mismos sino las sombras proyectadas por las enseñanzas de los padres que están frente a ellos como nosotros aprendimos de nuestros maestros?

 - ¿Cómo -dijo-, si durante toda su vida han sido obligados a permanecer en el chalé sin salir al exterior?

- ¿Y de los objetos aprendidos? ¿No sabrán lo mismo, esto es, lo que sus padres les han contado, enseñado y mostrado?

- ¿Qué otra cosa van a saber?

- Y si pudieran hablar los unos con los otros, ¿no piensas que creerían estar refiriéndose a aquellos objetos y conocimientos en los que han sido instruidos?

- Forzosamente.

- Entonces no hay duda -dijo Sócrates- de que los tales muchachos no tendrán por real ninguna otra cosa más que las enseñanzas de los padres tal y como se las han mostrado.

- Es enteramente forzoso-dijo Glaucón.


- Examina, pues –dijo Sócrates-, qué pasaría si entrase un agente externo y fueran liberados los chicos de su cárcel de oro y curados de su ignorancia, y si, conforme a naturaleza, les ocurriera lo siguiente: Cuando uno de ellos conociera la realidad exterior, y cuando, al conocer todo lo demás, ¿qué crees que contestaría si le dijera alguien que antes no veía más que una realidad deformada por sus padres y que es ahora cuando, hallándose más cerca de la realidad y vuelto de cara a objetos y conocimientos más reales, goza de una visión más verdadera, y si fuera mostrándole los objetos que hay en el exterior y obligándole a contestar a sus preguntas acerca de qué es cada uno de ellos? ¿No crees que estaría perplejo y que lo que antes había contemplado o sabido, le parecería más verdadero que lo que entonces se le mostraba?

- Mucho más-dijo.

-Y si quisiera escapar de la cárcel para ver el mundo exterior y real, ¿no crees que sus padres le pedirían una acción imposible para evitar que saliera, como por ejemplo que se le caigan los dientes caninos a los diecimuchos años, cuando todo el mundo sabe que se caen de pequeño?

- Así es –dijo Glaucón. –Yo al menos así lo haría para protegerlos.

- Entonces no le quedaría más remedio que arrancarse los dientes para poder salir al mundo exterior y real –comentó Sócrates.

(Y esta paráfrasis del Mito de la Caverna platónico es lo que cuenta Kynódontas, la primera película de una empresa de publicidad griega, que se rodó en agosto de 2008 con un presupuesto de 200.000 € y que impactó a nuestro cineclub).



martes, 10 de enero de 2012

Zapatillas de felpa y cristal

Propone: Nando
Comenta: Juli



Querido lector de blogs, este comentario en sí mismo es un spoiler, así que si no quieres enterarte del final de la película, no sigas leyendo.



Resulta que un ricachón yanqui quiere gastarse los cuartos en hacer películas y para ello decide que debe descubrir y promocionar una gran estrella que cause sensación en Hollywood. Así, se viene a Madrid en compañía de su secretario (Oscar para Edmond O'Brien) y de un director de cine pasado de moda y ex-aficionado al refresco de malta fermentado (Humphrey Bogart). Recorren los mejores garitos de la capital en busca de Ella hasta que la encuentran: María Vargas (la sensual y voluptuosa Ava Gardner).


Es un poco el cuento de la Cenicienta, sin príncipe azul pero con cuñado de príncipe, aunque en este caso es conde. La chica humilde, con todos los hombres a sus pies, y que no termina de encontrar el amor verdadero. Hasta que se enamora de un conde italiano, el conde de Torlato-Favrini, en un arrebato se casan y en la noche de bodas él confiesa que una herida de guerra lo dejó impotente. Entonces el chófer le dice a su señora: que no me entere yo que ese culito pasa hambre, y así, se lían y lo hacen a pelo, quedando ella encinta. El conde, en otro arrebato, se la carga, y el día del entierro, Joseph L. Mankiewicz acude al cementerio con su equipo de grabación y graba La Condesa Descalza, realizada a través de los flashbacks de los diferentes personajes que intervinieron en la vida de María Vargas y estaban presentes en ese último adiós.


Termino el post con unos datos curiosos:

-La censura en el Hollywood de los 50 cambió el dato de que el conde iba a ser homosexual y decidió que fuese eunuco funcional por su impotencia sexual.

-Ava Gardner y Humphrey Bogart se aborrecían mutuamente.

-Parte de la película se rodó en Madrid, donde El animal más bello del mundo viajaba a menudo y era una habitual de la noche madrileña. Sonado fue su romance con cierto torero, de quien se decía que tras su primera noche, se vistió rápidamente, y cuando ella le preguntaba: "¿Dónde vas?" la respuesta fue: "¡A contarlo, mi arma!"

Lo que viene siendo ser una estrella

martes, 3 de enero de 2012

Demóstenes

Hoy os proponemos que, antes de empezar a leer, pulséis el play de este vídeo y os dejéis acompañar por la música del final de la película.







Propone: Altea
Comenta: Rubén


Cedant arma togae!

La lengua, la comunicación, el habla son artes muy poderosas, tanto que ya los griegos se dieron cuenta de eso y surgieron de este modo los sofistas, gente a la que los profesores les debemos mucho, pues fueron los primeros que cobraron por sus enseñanzas. Enseñanzas que consistían en hablar bien en público para persuadir al auditorio y manejarlo a voluntad. Un arma letal en un mundo oral y en una democracia basada en asambleas populares.


Pues bien, mucho se ha hablado de cine, mucho se ha hablado en el cine, pero en el cine no se ha hablado mucho sobre cómo se habla, y menos desde el cine mismo. Desde la autoparodia de Cantando bajo la lluvia, que explicaba las clases de dicción de la señorita Lina Lamont y compañía allá por el año 1952 y My fair Lady y el Profesor Higgins con su tesis doctoral en acentos hasta El discurso del rey de nuestros días, el habla como disciplina ha sido tratada en varios, aunque creo que escasos pero de extraordinaria calidad, filmes.


Alguien podría pensar que una película histórica, o un film sin escenas de violencia ni de sexo quizá no tendría mucho éxito hoy en día. Para todos ellos y también, como no, para todos nosotros, Tom Hooper grabó El discurso del rey, una fantástica coproducción británico-australiana del año 2010 donde lo que más destaca es la interpretación de ambos actores protagonistas (Colin Firth y Geoffrey Rush), que desarrollan sendos papelones. Sin olvidarnos de la Reina Madre, cuando todavía no era reina, pero ya madre, la Duquesa de York, interpretada por Helena Bonham Carter. Y donde se demuestra todo lo que antes dijimos: que una película sin sexo (salvo el romance de Eduardo VIII y Wallis Simpson, si se me permite la broma), sin tiros (salvo la declaración de guerra a Alemania), y siendo histórica (pues todos sabemos que Jorge VI era tartamudo) puede ser entretenida y gustar al público, como ocurrió en el cineclub.


La película narra con gran maestría el trauma personal de la soledad de los monarcas, aislados de la sociedad desde la infancia, orientados desde la cuna al noble oficio de regir, carentes de amigos y volcados y dedicados a su pueblo aunque eso les cueste la salud. O quizá trate de un problema del habla del tartamudo rey Jorge VI y del tratamiento que sigue con alguien que si bien no dice toda la verdad, tampoco miente. O incluso puede versar sobre la importancia de la imagen y de la comunicación en los políticos, en el habla como medio de hipnosis colectiva. Por ejemplo, el estudioso Eric Havelok relata en su libro La Musa aprende a escribir una anécdota muy parecida a la que se puede ver en la película acerca de un discurso de Hitler que escuchó en directo por la megafonía de la universidad de Toronto, donde si bien casi nadie en Canadá sabía alemán, se quedaron ensimismados ante aquella voz, las pausas, los énfasis... Pues si importante es lo que se dice, tanto o más lo es el cómo se dice.


Cuando la humanidad se civilizó, cambió palos y piedras por palabras, aunque creo que a eso no hemos llegado todavía completamente.