lunes, 28 de septiembre de 2009

Alguien voló sobre el castillo de Blancanieves

Propone: Miguel
Comenta: José Antonio

Érase una vez una enfermera muy buena, muy buena, muy buena. Vivía muy feliz al frente de su manicomio donde cada día atendía a sus queridos pero chiflados pacientes. Hasta que un día llegó al sanatorio un violador que se hacía pasar por loco con el único propósito de que no le encerraran en la cárcel. Pronto el nuevo paciente empezó a hacer de las suyas socavando su autoridad y animando al resto a que no se sometieran a las rígidas reglas de la institución mental.

Que si animarles a ver el partido, que si sacarlos a pasear en barco y hasta traerles putas al sanatorio. Lo preocupante es que los anárquicos métodos del nuevo inquilino empezaban a tener efectos positivos en el resto de sus compañeros, que reaccionaban a sus extravagantes terapias. Unos efectos mucho más beneficiosos que tenerlos puestos de medicación hasta arriba y someterlos a terapia de electro shock. ¡Qué peligro! Porque lo importante, amigos míos, no es que los locos se curen, si no mantener la disciplina y que se enteren de quién es el que manda. Si para ello es necesario lobotomizarlos, o que revivan sus peores traumas, no pasa nada, porque la disciplina es lo primero y lo demás son chorradas. ¿Derechos de los pacientes? Pero si son unos majaretas, vamos por favor. ¿Quién se ha creído este degenerado que es? ¿No podría quedarse calladito y obedecer como todos, en lugar de socavar la autoridad de nuestra angelical enfermera? Es que ella es una persona tan dulce, que a lo mejor eso la perjudicó para que la película no ganara el premio golfa. ¿Quién iba a votar a una película con un personaje tan ñoño como éste?

Menos mal que finalmente todos pudieron entender quién manda aquí de verdad, porque de lo contrario esto sería un cachondeo. Hay gente que no entiende que para tener a esta chusma bajo control es necesario mantenerlos acojonados. El miedo es una terapia mejor que el libre albedrío. Luego se hacen comunistas o cosas raras. ¿Acaso no es más cruel invitar a la gente a un maratón de cine de aventuras y proyectarles Dersu Uzala? ¿Qué son unas pequeñas descargas y tener que tomar pastillas para que no te enteres de la realidad?

Así que no cuestionéis los métodos de nuestra querida enfermera, porque ella fue a la Universidad y sabe lo que hace. No como ese golfo aficionado. Al final tuvieron que ponerle en terapia agresiva porque era como un cáncer. A los tumores hay que extirparlos antes de que empiecen a invadir los órganos sanos y se extiendan. Pero que no se queje nuestro querido Jack Nicholson. Tras pasar por las dulces manos de nuestra enfermera, se le quedó permanentemente en el rostro esa expresión que luego frecuentemente utilizaría en muchas de sus películas. Nuestra pobre Louise Fletcher en cambio quedó encasillada en papeles de villana. ¡Qué injusticia!

Colorín colorado, este cuento se ha acabado. Pero no comieron perdices, sino que recibieron una terapia intensiva de electroshocks. Para que se curen. Y luego se quejan.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

8 mujeres y un funeral

Propone: Virginia
Comenta: Juli


Buscando información sobre la película de 2.002 titulada “8 mujeres” para documentar esta reseña, lo primero que me ha llamado la atención es la paupérrima relación premios/nominaciones que tiene, entre los César franceses, los de la Academia Europea de Cine y varios festivales en los que optó a algo. Dicha relación, según esa fuente del saber llamada Wikipedia, es de 4/22, y entre los premios destaca el de la Academia de Cine Europea a la mejor actriz, que recayó sobre el reparto femenino completo. La estatuilla se la deben turnar entre todas, al igual que nuestro querido “Golfito”, que de mano en mano va y ninguno se lo queda. Milagrosamente, no se llevó el premio a mejor actor, y ni siquiera fue nominada a ello en ningún sitio. Quizá influya en ello que sólo intervienen en ella 8 actrices, tal y como indica el título.

La película trata de 8 mujeres y un muerto que yace en su cama con un cuchillaco clavado en la espalda. Es la típica historia de “a ver quién coño lo ha matado, que ha tenido que ser una de nosotras, ya que la casa está aislada por la nieve y nadie puede entrar ni salir”. Las tías estas hablan y discuten: que si tú estabas acá, que si yo estaba allá, que si las perras por aquí, que si las perras por allá, que si la paralítica sale corriendo, que si tú te follabas a la criada siendo la hermana del difunto, que si la hija se follaba a su padre y se queda preñada, que si la esposa lo engañaba con su socio, que si la hermana es bi y además de a la criada, se beneficiaba también al mismo socio que la otra, que si Isabelle Hupert se parece a Elena Bonham-Carter, etc., etc.

Y a ratos, hasta 8 veces, surge una cancioncita interpretada por cada una de las actrices que salen, con las demás o no, haciendo coros y numeritos de baile.
Os dejo un enlace con un comentario gracioso de una tal Jenny Bondía, que concluye que esta película podría ser perfectamente una obra de teatro:
http://usuarios.lycos.es/actualcine/weboscar/dvd/8mujeres/8mujeres.html
Hay que ir de vez en cuando al teatro para saber qué fue antes, el huevo o la gallina, y enterarse de que un señor llamado Robert Thomas escribió “Huit femmes” en los años sesenta.

martes, 8 de septiembre de 2009

Yo antes era lista

Propone: Nando
Comenta: Pepe

En su segunda incursión en este nuestro cine club, Nando nos propuso Buenas noches y buena suerte, película muy reciente, del año 2005, que supuso el debut como realizador del actor George Clooney. Un debut bastante acertado, añadiría yo. La película nace desde la reverencia a Edward R. Murrow, mítico periodista televisivo norteamericano. Murrow empezó como corresponsal de radio, en primera línea de fuego, durante la Segunda Guerra Mundial y después contribuyó de manera decisiva a la creación del que se convertiría en el más poderoso de todos los medios de comunicación: la televisión. De hecho, el propio padre de George Clooney fue presentador de informativos durante largos años y Murrow era una especie de ídolo para él, y en parte la película es un homenaje, una muestra de la admiración del director (y coguionista) por aquellos periodistas pioneros de ética intachable y férrea voluntad.

Pero la película no es una biografía cinematográfica al uso, sino que se centra en un momento muy concreto de la carrera del protagonista, en una recreación de la época más oscura de la política americana de la posguerra mundial: los mangoneos del senador McArthy al frente del infausto Comité de actividades antiamericanas, creado para evitar la propagación del comunismo en los Estados Unidos, y cuyos métodos de dudosa moralidad bautizaron el periodo con el gráfico nombre de “Caza de brujas”. En este contexto nace el conflicto de la película, y quizás también su mayor flaqueza, ya que nos narra el enfrentamiento entre el senador y el periodista, y la lucha de este contra las presiones que recibe por parte de los poderes que tiene por encima, un conflicto que queda un poco desdibujado, que acaba cuando parece que va a empezar, sin el estallido de intensidad que esperas todo el rato que se produzca y que no llega a producirse. Pero quizás esa resolución agridulce, mezcla de derrota silenciosa y victoria a medias, sea el mejor retrato de lo que empezaba a ser el medio televisivo: una lucha constante y desigual, callada pero implacable, entre el negocio y el servicio público.

Rodada en un glorioso blanco y negro de exquisita factura, punteada por una preciosa música de Jazz, lo mejor de Buenas noches y buenas suerte, en mi opinión, está en la recreación de una redacción de los primeros tiempos de la televisión dónde la precariedad de medios resulta entrañable (el productor debajo de la mesa para avisar al presentador, la música en directo, el humo de los cigarrillos dibujando volutas en el aire, en pantalla…) y remite a toda una época en la que el medio aún estaba en construcción, atisbando apenas la tremenda influencia que tendría en la opinión pública, influencia de la que todos, claro está, iban a querer sacar tajada. La sensación que deja la película es que esa cosa que hoy llamamos “caja tonta” no lo es por naturaleza, no lo ha sido siempre, y no tiene que serlo para siempre. Efectivamente, la caja podría decir aquello de “Yo antes era lista”.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Los pianistas y los corruptos

Propone: David
Comenta: José Antonio

Los periodistas suelen recordar de cachondeo una frase: «Si vas al pueblo y ves a mi madre dile que sigo trabajando de pianista en aquel burdel. No le digas que soy periodista». Siempre he pensado que era un diálogo de «Primera plana», pero desde que David trajo al Golfa este clásico de Billy Wilder comprobé que no era así. La frase de marras no aparece, pero bien podría formar parte de sus brillantes diálogos.

Por si no lo adivináis hoy toca hablar de este pedazo de película con Jack Lemmon y Walter Mathau, una de esas parejas míticas de la historia del cine. Muchas veces se habla como una crítica de Billy Wilder hacia el periodismo y la prensa amarilla. Yo creo que es más una crítica ante el circo y espectáculo que cada día más se está convirtiendo el poder. Ambientada en los años 20, sigue siendo una película bastante válida en todos los temas que plantea.

La acción transcurre en Chicago en el infausto 1929 durante la noche en la que se va a ahorcar a un activista izquierdista por la muerte de un policía. Todos quieren sacar tajada de la ejecución a costa de pintarle como el enemigo público número uno. En realidad es un pobre hombre, bastante más simplón y buena persona que los buitres que pretenden eliminarle. El alcalde y el sheriff confían en que les dará votantes y ganarán las elecciones. La prensa pretende convertir en un circo la ejecución. Hay un extraño psiquiatra alemán que pretende demostrar sus teorías freudianas con el enemigo público número uno.

Walter Mathau es el director de un periódico que quiere que su reportero estrella cubra la noticia del año. Este periodista no es otro que Jack Lemmon, que no está muy por la labor. Ha encontrado la mujer de su vida y quiere casarse, por lo que no quiere seguir en esa profesión que te exige dedicación 26 horas del día a cambio de sueldos miserables y jefes tiránicos. La acción comienza cuando el “temible” asesino se escapa por culpa de una negligencia del sheriff.

Existen cuatro versiones cinematográficas de esta historia, que parte de una obra de teatro. Lo que diferencia ésta de las demás es el sexo del protagonista. En las otras versiones, el periodista que aspira al matrimonio es una mujer. Para más inri, su jefe es también el ex marido. Walter Matthau es el jefe de Jack Lemmon, y eso da nuevos matices a la relación entre los dos personajes. El déspota director está dispuesto a recurrir a todo tipo de trucos sucios para retener a su reportero favorito. Finalmente no tiene más que exponerle en la primera línea de la actualidad para que salga a la superficie su instinto de yonki de la noticia. Cuando el recluso fugado le cae en las manos, Lemmon olvida sus locuras matrimoniales y se centrará en sacar la exclusiva del siglo. La miisión de los reporteros protagonistas es hacer todo lo posible para sacarlo del edificio para lograr la primicia.

El resto de los periodistas de la película no es que salgan muy bien parados. Se pasan la noche jugando al poker y bebiendo mientras esperan la ejecución. A la hora de pasar sus crónicas las cuentan como si realmente hubieran visto todo lo que pasó y lo que no saben se lo inventan. Pero tampoco quedan mejor parados los políticos, corruptos e interesados por naturaleza. Un poder corrupto y una prensa que se ha hecho cínica y burlona, harta de los desmanes de la autoridad. Ambos se necesitan, pero no se soportan. Y es que la comedia puede ser un género muy serio.